¿Marxismo catastrofista? (3)

Continuación y final de partes 1 y 2.

Conceptos y bloqueo de la acumulación

La idea de la monopolización y financiarización de la economía como rasgos nuevos, dominantes y como una fase cualitativamente distinta del capitalismo fue popularizada por Lenin a principios del siglo XX y desde entonces ha tenido una influencia muy amplia no solo en la izquierda sino también en expresiones nacionalistas (sobre todo del tercer mundo). Hacia fines del siglo XX se empezaron a hacer importantes críticas a este grupo de ideas, que ponían en cuestión su validez empírica y su capacidad predictiva sore la dinámica del capitalismo (ver Astarita 2004). Sin embargo en este trabajo nos centraremos solo en las consecuencias que podríamos esperar si tales ideas fuesen válidas (si conducen al bloqueo absoluto de la acumulación), en el contexto de las obras examinadas.
Por su lado las ideas conectadas de la superexplotación y el subconsumo postulan que una masa salarial baja determina una tendencia al estancamiento por la imposibilidad de crecimiento del sector productor de bienes de consumo. También esta posición ha recibido críticas teóricas (puede consultarse Astarita 2010b) y la contrastación con casos de desarrollo muy importantes en países con un punto de partida en el que los bajos salarios parecen haber sido más una ventaja que un impedimento. En lo que sigue trataremos de analizar las consecuencias que se desprenden del uso de estas ideas, en relación con el bloqueo de la acumulación.

En Harvey la influencia de la caracterización leninista es explícita:

«Pero este argumento es desmentido, tal como Lenin lo había señalado mucho tiempo atrás, por el poder monopólico u oligopólico (…) En materia productiva, los oligopolios localizados mayoritariamente en las regiones capitalistas centrales controlan efectivamente la producción de semillas, fertilizantes, productos electrónicos, programas de computación, productos farmacéuticos y productos del petróleo, entre muchos otros. En estas condiciones, la mayor apertura mercantil no amplía la competencia sino que sólo crea oportunidades para la proliferación de los poderes monopólicos con todas sus consecuencias sociales, ecológicas, económicas y políticas»

(Harvey 2004, pp. 108-109)

En general hay dos formas de adscribir al diagnóstico de Lenin. Una forma es tomarlo como una etapa cualitativamente nueva en la que las tendencias a la concentración y centralización del capital desembocan en la formación de monopolios que niegan la competencia y en el dominio del capital financiero surgido de la fusión de los bancos y la industria monopolizada. En tal escenario, por la ausencia del incentivo competitivo «a lo Marx», debería deprimirse la necesidad de innovación para derrotar a la competencia interna nacional, debilitando la inversión y el crecimiento y causando la búsqueda de excedentes externos mediante el comercio, las finanzas o la guerra. Dentro de esta lógica el bloqueo interno a la acumulación sería muy fuerte y llevado al extremo llegaría a ser prácticamente absoluto. Esta línea de difícil defensa en los hechos parece ser la más coherente en relación con los supuestos iniciales ya que dado un dominio de las ramas más avanzadas por la fusión monopólico-financiera debería seguirse la generalización de ese dominio y no su retracción.
Pero la otra forma de interpretar el esquema de Lenin toma este segundo camino y piensa en una superestructura que puede convivir con la lógica del capital «a lo Marx» y que cobra mayor o menor relevancia según la coyuntura histórica. En este marco la estructura monopólico-financiera se entiende como una carga parasitaria sobre la vida sana de la competencia pero que no termina de estrangular al sistema. Se constituye en una fuente de trabas a la acumulación y en origen de presiones para la extracción de excedente externo. Esta forma de entenderlo adolece de una dualidad teórica irresuelta a la hora de definir al modo de producción, pero permite desarrollar un análisis que siga el desenvolvimiento de los hechos históricos en alguna medida.
Con esto en mente parece claro que el análisis de Harvey se encuentra dentro del segundo tipo ya que incluye elementos propios de la acumulación capitalista con sus ciclos de crecimiento y crisis, contradicciones de sobreacumulación con caída de la tasa de ganancia y presión salarial, en definitiva la anarquía del mercado en acción. Dentro de este marco general que predomina en su estudio del momento inmediatamente anterior a la crisis de los ´70, el monopolio y la financiarización no son aún mencionados. Harvey introduce la historia del desarrollo del capital financiero a partir de la crisis del ´73 con la burbuja inmobiliaria mundial, como una consecuencia de las contradicciones de la acumulación (en este sentido hay que apreciar que se explicite una articulación del fenómeno con la dinámica de base). A partir de este momento las finanzas se convierten en la vanguardia del ataque del capital (especialmente estadounidense) a toda fuente de excedentes que pueda saquearse, mientras crece en hipertrofia y agresividad en medida paralela a su fracaso en reanudar el ciclo de acumulación sobre bases sustentables.

«En ausencia de una fuerte revitalización de la acumulación sostenida a través de la reproducción ampliada, esto implicará una profundización de la política de acumulación por desposesión en todo el mundo, con el propósito de evitar la total parálisis del motor de la acumulación»

(ibídem, p. 122)

«El balance entre acumulación por desposesión y reproducción ampliada ya se ha volcado a favor de la primera y es difícil imaginar que esta tendencia haga otra cosa que profundizarse, transformándose en el emblema de lo que es el nuevo imperialismo»

(ibídem, p. 124)

Si tomamos las definiciones de Harvey este nuevo imperialismo sería la ofensiva económico-militar de los monopolios internacionales encabezados por el capital financiero y el estado norteamericano. Llegados a este punto podríamos hacer alguna salvedad, como aclarar que Harvey no descarta la posibilidad de que después de casi medio siglo de ofensiva se pueda reanudar la acumulación ampliada «normal», pero en rigor no explora las condiciones que en el subsuelo de la producción puedan dar lugar a ello ni cómo han evolucionado en esta etapa (tampoco hace mención al efecto estancacionista que pudiera tener el dominio de los monopolios), y postula como condición de una recuperación endógena estadounidense la voluntad política de la burguesía de llevar a cabo una reforma redistributiva, lo que nos lleva a preguntarnos si está pensando en términos subconsumistas, sobre todo al afirmar lo siguiente:

«…trascender el consumo actual para asignarse a proyectos futuros,.como construcción o educación, que revigorizan la economía (tal vez incluyendo el aumento de la demanda del excedente de mercancías como camisas y zapatos por parte de los maestros y trabajadores de la construcción)»

(ibídem, p. 101)

pero de hecho niega explícitamente que suscriba a las ideas subconsumistas en la nota 22:

«Luxemburgo basa su argumento en una teoría del subconsumo (falta
de demanda efectiva) cuyas implicaciones son bastante distintas a las de
las teorías de la sobreacumlación (la falta de oportunidades para realizar
actividades rentables) con las que yo trabajo.»

(ibídem, p. 127)

Recién en Harvey (2018) vamos a encontrar una defensa de las ideas subconsumistas:

«Si éste es el típico resultado de la acción de la ley capitalista de la acumulación de valor entonces hay una profunda contradicción entre las empeoradas condiciones de la reproducción social y la necesidad del capital de expandir el mercado perpetuamente. Como Marx dice en el libro 2 de El capital, la verdadera raíz de las crisis capitalistas estriba en la supresión de salarios y en la reducción de la masa de población al estado de indigentes sin blanca. Si no hay mercado no hay valor. Las contradicciones planteadas desde el punto de vista de la teoría de la reproducción social por los valores tal como se realizan en el mercado son múltiples. Si, por ejemplo, no hay trabajadores saludables, educados, disciplinados y formados en el ejército de reserva, entonces no puede ya interpretar su papel. (…)
La tensa y contradictoria relación entre producción y realización descansa en el hecho de que el valor depende de la existencia de carencias, necesidades y deseos respaldadas por la capacidad de pagar en una población de consumidores. Tales carencias, necesidades y deseos están profundamente implantados en el mundo de la reproducción social. Sin ellos, como sostiene Marx en el primer capítulo de El capital, no hay valor. Esto introduce la idea del “no-valor” o “anti-valor” en la discusión. Significa también que la disminución de salarios a casi nada será contraproducente para la realización del valor y del plusvalor en el mercado. El aumento de salarios para asegurar el “consumo racional” desde el punto de vista del capital y la colonización de la vida diaria como terreno para el consumismo son cruciales para la teoría del valor.»

Si a partir de esto consideramos que hubo una evolución de su pensamiento, podemos caracterizar un momento de su obra en el que tiene importancia el rol de los monopolios y el capital financiero junto a la acumulación extraeconómica, y un segundo momento en el que se suma la idea del subconsumo como causante de las crisis y bloqueo de la recuperación.
En definitiva, al examinar la idea del nuevo imperialismo parece que estamos viendo el renacimiento de un escenario parecido al de la primera interpretación del esquema leninista que vimos (catastrofista), en una evolución que parte desde un escenario entendido en los términos más eclécticos de la segunda interpretación. Si esto es correcto, resulta que a la pregunta que hacía Panitch sobre las tendencias catastrofistas en el análisis de Harvey, hay que responder que en efecto hay líneas muy fuertes en el sentido de al menos una tendencia estancacionista (en el sentido de una etapa decadente, ver Katz 2007) en Harvey (2004). Si a esto le agregamos la idea de que la caída del salario debe llevar a la crisis y bloquear la recuperación en Harvey (2018), entonces las vías de recuperar la acumulación parecen cerrarse definitivamente, ya que dentro de la lógica puramente económica las crisis no aumentan los salarios. Se requeriría de un factor externo que fuerce una redistribución progresiva y aún así, habría que esperar que este hecho no afecte a la tasa de ganancia para tener alguna expectativa de recuperación de la inversión y de la actividad económica.

En Marini no vemos referencias muy explícitas a la tradición leninista. Sí menciona la etapa imperialista en Marini (1973) pero no parece determinante en el desarrollo de sus argumentos.
La cuestión del monopolio está presente en una forma particular.
Por un lado tiene en cuenta las trabas proteccionistas al comercio y las posiciones dominantes en general, pero su sentido no parece ser más que el de fricciones dentro de la competencia sin llegar al monopolio.
Pero por otro lado argumenta que la división internacional del trabajo concentra ciertas producciones manufactureras en los países centrales de un modo exclusivo que constituye una posición monopólica. A partir de este monopolio de las manufacturas más complejas, su venta se produce a un precio superior a su precio de producción y en el intercambio con la periferia ocurre una transferencia de valor a favor del centro. Como mecanismo compensatorio para producir más valor, la periferia aumenta la explotación del trabajo desgastando a la fuerza de trabajo al mismo tiempo que mantiene bajas remuneraciones, lo que va a constituir un mercado interno deprimido y a mantener la heterogeneidad productiva con un débil sector de bienes de consumo y un atraso permanente.
Dejando de lado la cuestión de que para que se verifique el comportamiento monopólico debería no existir la competencia entre las propias empresas concentradas del centro, lo que nos interesa aquí es que por un lado el postulado de la monopolización que encontramos en los trabajos de Marini convive con una explicación de la mundialización que sin embargo está muy atento a una dinámica propia de la competencia. Por otro lado al explicar que esta dinámica nos lleva en las últimas décadas hacia cierta homogeneización global y una mayor vigencia de la ley del valor, nos dice también que el fenómeno de la superexplotación se extiende al centro, y si tomamos la misma lógica que vimos en la periferia y la extendemos a los países centrales, esto debería implicar una tendencia hacia el subconsumo y el estancamiento, esta vez a nivel global. Deberíamos ver una caída en la importancia de la industria manufacturera de bienes de consumo y de los bienes de capital asociados a su producción, con la diferencia de que la economía mundial no se articula con un mercado externo. Tendría la ventaja de no sufrir una extracción de excedente pero al mismo tiempo el problema de no encontrar ámbitos de inversión rentables, dada la depresión del mercado de consumo. Esto plantearía un escenario de estancamiento que en el esquema de Marini parecería no poder resolverse hacia una recuperación y por lo tanto también nos hace pensar en un bloqueo absoluto de la acumulación a menos que se matice o abandone la centralidad de las ideas de la superexplotación y el subconsumo.

En Osorio parece explícita la herencia de Lenin:

«El capitalismo en su fase imperialista acentúa su tendencia a apropiarse de nuevos territorios y de nuevos mercados, en su reparto del mundo, por lo que la mundialización, desde esa perspectiva se ubica al interior de la fase imperialista del capitalismo, privilegiando la expansión del sistema mundial capitalista.»

(Osorio 2005, p. 44)

Sin embargo no le da un rol central a las finanzas ni hace más que una mención pasajera al «reparto del mundo». Respecto a la cuestión del monopolio, es algo ambiguo.
Afirma que en el centro las ramas industriales más avanzadas están monopolizadas. Con esto podría querer decir que la región como un todo monopoliza estos productos, pero en este caso persistiría la competencia y no debería haber una venta sistemática por encima del valor, con lo que se negaría la posibilidad del intercambio desigual con la periferia.
Por lo tanto debemos suponer que en su esquema el monopolio sí niega la competencia y viola la ley del valor, igual que en el caso de Marini, quien constituye una fuerte influencia teórica de Osorio. Dejando de lado la cuestión de si esta idea se verifica en la realidad, su consecuencia sería una tendencia al estancamiento de la inversión en el centro por un debilitamiento del impulso a invertir. Bajo estos supuestos los únicos sectores dinámicos deberían ser los pequeños y medianos productores que obligados a competir, innovan, ya sea en rincones del centro o en la periferia. Pero a su vez se verían sometidos a una extracción de valor al intercambiar con los monopolios, lo que reduciría la masa de excedente que manejan y que pueden reinvertir. En el caso de la periferia, el mecanismo de compensación a esta situación sería el aumento de la explotación de la mano de obra con bajos salarios, lo que ha de desembocar en una baja escala del mercado interno de bienes de consumo y de su respectiva industria proveedora local.
En resumen tenemos un panorama de monopolios en el centro y empresas con baja capacidad de apropiarse excedentes en la periferia. En ambos polos hay una traba a la inversión, en el primer caso por ausencia de incentivos, en el segundo por falta de capital y de mercado. Solo los sectores de bienes de lujo podrían escapar a la restricción del mercado local, suponiendo que no compitan con los monopolios centrales y tengan acceso al mercado mundial, condiciones improbables. Restaría el sector primario exportador como único favorecido en la competencia y libre de los límites del mercado interno. Pero aún así debe perder parte de su renta en el intercambio desigual externo. En este esquema es muy difícil ver en dónde puede ocurrir una acumulación ampliada que vaya incrementando la capacidad productiva (hasta aquí lo dicho también aplica para el trabajo de Marini 1973). Si a esto le agregamos la afirmación de Osorio de que en la periferia domina tempranamente la monopolización de la industria, tenemos por un lado el problema de cómo conjugar esto con el panorama de competencia a que hacía referencia al contraponer la periferia con el centro, y por el otro lado esto implica la adición de otro factor estancacionista.
Otro punto problemático es que Osorio adhiere al mismo tiempo a la idea de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que en teoría funciona bajo los supuestos de la competencia «a lo Marx» con fuertes incentivos a la inversión en capital constante. Es decir que inevitablemente nos encontramos con la dualidad teórica propia de la adhesión a la versión ecléctica de la etapa imperialista.
Si a esto añadimos aún otro elemento postulado por Osorio (suponemos que tomado de Marini), a saber, la extensión de la superexplotación del trabajo al mismo centro capitalista, no solo en tiempos de crisis sino también como un rasgo normal de la nueva etapa de la mundialización, y recordamos que este rasgo es el causante del subconsumo y por lo tanto del estancamiento del sector de bienes de consumo, nos encontramos con una combinación de imposibilidades para el desarrollo que en Osorio tiende a alcanzar una escala global sin alicientes.
Podríamos resumir el trabajo de Osorio como un desarrollo de la obra de Marini, pero con una herencia más explícita de las ideas de la etapa imperialista y la monopolización, una combinación que agrava las consecuencias estancacionistas de los postulados hasta el punto de implicar un desenlace catastrofista.

Balance

En los autores que hemos repasado se encuentran ideas que pueden llevarnos por dos caminos. Por un lado, podemos tomarlas al pie de la letra y desarrollar todas las consecuencias teóricas que su uso debería implicar, con lo que su inserción dentro del análisis de la etapa presente del capitalismo nos lleva a sacar conclusiones catastrofistas. Si seguimos este camino podemos ver en la debilidad de la acumulación de los últimos años un signo confirmatorio, aunque en rigor deberíamos esperar también que el crecimiento se detenga del todo y no encuentre vías de recuperación. Del mismo modo podríamos encontrar signos confirmatorios en la caída generalizada del salario y de las condiciones laborales, y en el arduo mantenimiento de los niveles de vida a costa del creciente endeudamiento particular (Caffentzis 2018). Deberíamos suponer que estas tendencias solo van a agravarse. Además, como mecanismo de reducción de la tensión social, el abaratamiento del costo de los alimentos a costa del medio ambiente (Patel y Moore 2018), lejos de encontrar una vía amigable para el ambiente, debería exacerbarse, agudizando la contradicción entre la base natural de la economía y el modo de producción, tanto en este aspecto como en relación al extractivismo en general (Fraser 2014), con el fin de abaratar los costos y mantener algún nivel de rentabilidad. Del mismo modo cobraría importancia cada vez mayor la acumulación por desposesión (Harvey 2004, De Angelis 2012) y en general todos los aspectos de la vida social entrarían en descomposición, desde el nivel familiar y reproductivo (Fraser 2014) al nivel del mercado mundial y del sistema de las relaciones estatales. Todo esto significaría de un modo directo la obstrucción a cualquier proyecto superador en términos de tiempo libre (ver Cantor 2012), igualdad de género, sustentabilidad ambiental, etc. Desde el punto de vista teórico implicaría el fin de la vigencia de la ley del valor y el comienzo de una etapa regida por relaciones de fuerza más que por leyes económicas.
Por otro lado, sería posible tomar la interpretación anterior como un forzamiento de los argumentos, y optar por un sentido más laxo de los conceptos que hemos revisado. En tal caso los análisis del desenvolvimiento del capitalismo reunirían una lógica inspirada en Marx con un número de factores distorsivos que obstaculizan el movimiento «natural» de la economía pero sin llegar a ser dominantes. Sin embargo, dada la presencia conspicua de estos elementos en los abordajes que hemos repasado, esta visión debería conducir a un escenario de estancamiento o de decadencia, aunque se haya rechazado el diagnóstico plenamente catastrofista. De nuevo, hay muchos elementos de los que mencionamos arriba que también podrían tomarse como confirmación de semejante escenario y las tendencias negativas que podríamos esperar no serían muy disímiles, más bien se desarrollarían de un modo más paulatino.
De todos modos desde el punto de vista conceptual, para mantener esta interpretación laxa deberíamos sostener contradicciones teóricas que quedan sin resolver y que nos impiden desarrollar un análisis del capitalismo y de la presente etapa en base a una construcción teórica homogénea.

Es posible que el trabajo más tardío de Marini (1996) pueda escapar a esta caracterización a condición de que se revise o se niegue la conexión entre superexplotación y subconsumo, ya que el grueso de su análisis busca elaborar dentro de la lógica económica. Sin embargo esto implicaría también una revisión de su teoría de la dependencia. En los otros autores parece más difícil encontrar una vía de compromiso.

Bibliografía

Astarita, Rolando (2004), «Valor, mercado mundial y globalización» Ediciones cooperativas.

Astarita, Rolando (2010a), «Economía política de la dependencia y el subdesarrollo» Editorial UNQ

Astarita, Rolando (2010b), La explicación subconsumista de la crisis https://rolandoastarita.blog/2010/08/28/la-explicacion-subconsumista-de-la-crisis/

Astarita, Rolando (26/03/2012), Trotsky y el estancamiento de las fuerzas productivas https://rolandoastarita.blog/2012/03/26/trotsky-y-el-estancamiento-de-las-fuerzas-productivas/

Caffentzis, George (2018), “La vida cotidiana a la sombra de la economía de endeudamiento”, en Los límites del capital. Deuda, moneda y lucha de clases, 17-54, Tinta Limón y Fundación Rosa Luxemburgo, Buenos Aires.

De Angelis, Massimo (2012), “Marx y la acumulación primitiva. El carácter continuo de los “cercamientos” capitalistas” Theomai 26

Fraser, Nancy (2014), Tras la morada oculta de Marx. New Left Review

Harvey, David (2004), “El ‘nuevo’ imperialismo. Sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposesión”, Socialist register 2004, CLACSO, Buenos Aires.

Harvey, David (2018), El rechazo de Marx a la teoría laboral del valor https://marxismocritico.com/2018/09/18/el-rechazo-de-marx-a-la-teoria-laboral-del-valor/

Jacobin (22/12/20), Red Talks Rewind: Leo Panitch and David Harvey on 17 Contradictions and the End of Capitalism (2014) https://www.youtube.com/watch?v=wn9d9e2o7G0&t=4s

Katz, Claudio (07/10/2007), Catastrofismo https://rebelion.org/catastrofismo/

Lenin, Vladimir Illich (1966), «El imperialismo, fase superior del capitalismo» recuperado de https://proletarios.org/books/LENIN-Imperialismo-fase-superior-del-capitalismo.pdf

Marini, Ruy Mauro (1973), «Dialéctica de la dependencia» recuperado de https://marini-escritos.unam.mx/wp-content/uploads/1973/01/Diale%CC%81ctica-de-la-dependencia.pdf

Marini, Ruy Mauro (1994), «La crisis del desarrollismo» recuperado de https://marini-escritos.unam.mx/?p= HYPERLINK «https://marini-escritos.unam.mx/?p=1510″1510

Marini, Ruy Mauro (1996), “Proceso y tendencias de la globalización capitalista”, en Marini, Ruy Mauro y Millán, Márgara (coord.), La teoría social latinoamericana, Cuestiones contemporáneas, Tomo IV, pp. 49-68, 2da edición año 2000, Universidad Nacional Autónoma de México, Ediciones El Caballito, México.

Osorio, Jaime (2005), “Patrón de reproducción del capital, crisis y mundialización”, en Seminario Internacional REG GEN: Alternativas Globalização, 8 al 13 de Octubre de 2005, Hotel Gloria, Rio de Janeiro, Brasil, Rio de Janeiro, Brasil : UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Patel, Raj y Moore, Jason W. (2018), “Cómo el Nugget de pollo se convirtió en un símbolo de nuestra era” recuperado de https://www.animanaturalis.org/alertas/como-el-nugget-de-pollo-se-convirtio-en-un-simbolo-de-nuestra-era

Cantor, Renan Vega (2012), “La expropiación del tiempo en el capitalismo actual”, Herramienta, 51

Preston, P.W. (1999), “Capítulo 10: La experiencia del desarrollo en América Latina. Estructuralismo y teoría de la dependencia”, Una introducción a la teoría del desarrollo, pp. 217-236, Siglo Veintiuno Editores, México.

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¿Marxismo catastrofista? (2)

Continuación de «¿Marxismo catastrofista?(1)«

Marini

En Marini (1973) vemos la clásica caracterización de una inserción de Amércia Latina en el mercado mundial como proveedora de materias primas que abaratan el valor de la fuerza de trabajo en los países centrales, permitiendo allí el crecimiento de la plusvalía relativa, mientras en la propia América Latina se perpetuaba la superexplotación del trabajo (posibilitada por la amplia reserva de mano de obra cuya capacidad de consumo puede ser ignorada por los sectores exportadores y por la particularidad del sector primario que permite aumentar la producción sin mayor capital constante) que funcionaba como mecanismo compensatorio frente a las transferencias de valor que se darían dentro de la competencia intrarrama por diferenciales de productividad (3) y sobre todo frente al deterioro de los términos de intercambio causado por una transgresión de la ley del valor en base al monopolio del sector manufacturo por los países centrales. A partir de estos cimientos, en el siglo XX se desarrollaría una etapa de industrialización que no iba a resolver el problema de la dependencia (ver la crítica al desarrollismo cepaliano en Marini 1994) y por el contrario tendría un carácter heterogéneo y dependiente en el que el rol de la superexplotación del trabajo es central, y una posterior etapa de globalización en la que la superexplotación tiende a cobrar protagonismo también a escala planetaria incluyendo a los países centrales (Marini 1996).
Más en detalle, Marini explica que en los inicios de la difusión industrial en Latinoamérica se incorporó tecnología extranjera obsoleta que se concentraba en los sectores de bienes suntuarios y de bienes de capital, ya que el mercado de bienes de consumo estaba deprimido por la superexplotación del trabajo, lo que dio lugar a una heterogeneidad tecnológica a favor de grupos concentrados que dominaban su rama y tenían un mercado cautivo nacional protegido por trabas proteccionistas.
Sin embargo se llegaba a saturar la escala del mercado local con relativa rapidez con lo que los excedentes de capital buscaban salida hacia sus casas matrices en la forma de repatriación de divisas, lo que afectaba al balance externo y al crecimiento.
Como reacción se intentó poner trabas a la repatriación de divisas, impulsar la exportación de manufacturas y la integración regional. Pero la consistente restricción del tamaño del mercado local por la baja masa salarial que era el requerimiento estructural de la competitividad en base a la superexplotación del trabajo, impedía el crecimiento de la industria de bienes de consumo, al mismo tiempo que los esfuerzos de exportación de manufacturas encontraban dificultades para superar las trabas proteccionistas vigentes en esa etapa en el mercado mundial. De este modo debía persistir la fuga de ganancias y se exacerbaba la necesidad de inversiones extranjeras que solo agravaban el problema planteado en estas condiciones.
Luego vendría el fin del fordismo a nivel mundial y una nueva articulación de la región. La etapa posterior de fin del fordismo/keynesianismo se inició con una crisis que atacó directamente las condiciones de contratación de la fuerza de trabajo, reduciendo el porcentaje de ocupados y aumentando la intensidad de la explotación sobre esa fracción, generalizando la tercerización y la flexibilización al tiempo que aumentaba la diferenciación y jerarquización de los procesos y la mano de obra, lo que permitiría la deslocalización de las tareas más simples manteniendo los empleos complejos en el centro igual que la innovación y el control; todo lo cual iba a permitir una mayor centralización, inversión y avance tecnológico, configurando el marco de un nuevo ciclo ascendente y de una nueva dependencia.
Como parte de este proceso, en los ´80 aumentó el comercio mundial mayormente por movimientos intrafirmas y estandarización de partes, se expandió el sistema financiero global y el crecimiento en general. El avance de las nuevas tecnologías logísticas y de la comunicación y el retroceso de las trabas proteccionistas que impedían la igualación de la productividad e intensidad del trabajo entre fronteras, redujeron la posibilidad de aprovechar ganancias extraordinarias en base a ventajas tecnológicas, dando lugar a una tendencia homogeneizante que incrementaría la «vigencia de la ley del valor» (ibídem, p. 64).
De este modo la competencia debía apoyarse crecientemente en las diferencias de explotación de la fuerza de trabajo, con lo que la deslocalización de la producción que había subsumido a la fuerza de trabajo de la periferia en condiciones de superexplotación, ahora había generado un mercado de trabajo global que ejercía presión sobre las condiciones laborales del mismo centro, al mismo tiempo que el avance tecnológico incrementaba el desempleo.
«De este modo se generaliza a todo el sistema, incluso los centros avanzados, lo que era un rasgo distintivo (aunque no privativo) de la economía dependiente: la superexplotación generalizada del trabajo» (ibídem, p. 65)

Osorio

Osorio (2005) enmarca su análisis de la economía latinoamericana en el concepto de “patrón de reproducción” que articula diferentes niveles de abstracción, desde los más generales a los más concretos, a la vez que comprende los diferentes ciclos del capital-dinerario, el capital-productivo y el capital-mercancía y abarca la dualidad del valor de cambio y el valor de uso que atraviesa a todo proceso productivo capitalista, así como la generación de una configuración social propia, todo lo cual contribuye a definir un momento y un espacio del capitalismo.
De este modo desde el nivel más universal de la lógica del valor y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia va incluyendo determinaciones como la división internacional del trabajo, el intercambio desigual, la superexplotación y el subconsumo para definir la particularidad de la dependencia latinoamericana.
Más en detalle explica cómo la división del trabajo internacional conlleva la monopolización de ciertas líneas de producción en el centro a la par de una competencia generalizada entre las producciones de la periferia, ya sean de carácter primario, secundario o terciario. Esta desigualdad implicaría que el precio de las mercancías monopolizadas supere consistentemente a su valor mientras que las mercancías de la periferia deben ajustar su precio a su valor. La consecuencia debe ser una transferencia de valor en el intercambio, a lo que Osorio agrega el pago de regalías, intereses y transferencias por monopolio de conocimientos como formas de flujo de valor desde la periferia al centro que coadyuvan a procesos seculares de acumulación en un polo y “desacumulación” (ibídem, p. 37) en el otro.
Como forma de compensación la periferia recurre a la extracción de más valor de su clase trabajadora mediante la superexplotación, que consiste en el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor a condición de impedir su reproducción normal e implicaría un mercado interno con baja capacidad de consumo y por lo tanto una atrofia de las capacidades industriales en el sector de bienes de consumo.
Este esquema se perpetúa aún en la etapa de la mundialización que Osorio ubica desde los ´80 en la fase débil (B) del último par de ciclos largos (A y B en la tradición de Kondratiev) y a su vez lo ubica como el momento más reciente dentro de la fase imperialista iniciada en el cambio del siglo XIX al XX (siguiendo la tradición leninista).
En la etapa mundializada el patrón de reproducción dependiente al que llamará de “especialización productiva” se modifica manteniendo el predominio de la exportación primaria y la reducción del peso industrial a favor de la especialización en las producciones más competitivas.
Añadimos que de un modo ambiguo el autor afirma la presencia del fenómeno temprano de la monopolización de la industria dependiente y la extensión de la superexplotación de la periferia al centro, cuestiones sobre las que volveremos en lo que sigue.

Notas

1) Dado que esta ganancia extraordinaria se obtiene dentro de la competencia en la misma rama, no podría ser un caso muy importante en la relación entre los países centrales y América Latina. Un caso aparte es el de la transferencia de valor por diferencias en la composición orgánica, y es mencionado por Marini como parte de la etapa inicial que determinaría desigualdades posteriores.

Continúa en parte tres.

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¿Marxismo catastrofista? (1)

En una entrevista de Leo Panitch a David Harvey (Jacobin 2020) surge la pregunta de si el trabajo de Harvey se acerca a posiciones catastrofistas, es decir si encuentra que en el capitalismo hay límites que impiden de un modo absoluto la reanudación de un ciclo de acumulación expandida. Harvey niega que sea el caso, pero vale la pena ver qué elementos de su obra pueden derivar hacia esa conclusión, teniendo en cuenta el énfasis que hace sobre el bloqueo de la acumulación ampliada puramente económica y el avance de la acumulación por medios que violan la ley del valor (1). En este sentido vamos a rastrear por un lado qué rol juega la influencia del análisis leninista del imperialismo y en particular la idea del dominio de los monopolios y por otro lado si existen ideas subconsumistas en el análisis que hace Harvey de la etapa posfordista y las posibles implicaciones del uso de esos conceptos sobre las tendencias que postula el autor.
En el mismo sentido, por encontrar un énfasis similar en la corriente de la dependencia respecto a la acumulación que transgrede la ley del valor y por ver en ella las mismas influencias teóricas, es relevante sumarla a esta cuestión, particularmente a su vertiente marxista, ya que permite una comparación desde el mismo ámbito teórico (2). Veremos entonces el caso de Ruy Mauro Marini por ser, con algún consenso, el exponente que lleva a su desarrollo más coherente a la Teoría Marxista de la Dependencia y el caso de Jaime Osorio porque expone con algún matiz las posiciones más conspicuas de esta línea.
De este modo esperamos recorrer un espacio central del pensamiento marxista contemporáneo con una mirada que señala el carácter problemático de algunos supuestos para el análisis del ciclo capitalista. En este intento se hará evidente la influencia de los trabajos de Rolando Astarita.
Partimos de resumir las posiciones de los autores para dar un contexto a la inserción de los conceptos que nos interesan y que analizaremos por separado en la parte final.

Harvey

En Harvey (2004) se caracteriza al último ciclo de acumulación como una etapa de volatilidad causada por intentos de reajuste espaciotemporal frente a la crisis de sobreacumulación que estalló en los años ´70.
En esa década confluyeron varios problemas que suscitarían una serie de respuestas con resultados variados y a veces contradictorios.
Además de la sobreacumulación de capital conectada con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, el ascenso de luchas obreras disminuyó la rentabilidad, lo que tendería a frenar la inversión y a dejar disponible una “plétora de capital” en busca de alguna salida.
Además el creciente nivel de gastos domésticos en respuesta a las demandas internas junto al peso de la guerra de Vietnam determinó una sobreabundancia de dinero en EE.UU. con efectos inflacionarios.
Este exceso de dólares en circulación llevó a eliminar los controles de capitales, lo que potenciaría su movilidad internacional.
En paralelo el relativo declive de la producción estadounidense frente a sus competidores fue contrarrestado mediante el arreglo de Nixon con los saudíes sobre el aumento del precio del petróleo, que agredió especialmente a las economías alemana y japonesa, mientras los petrodólares así generados fluían a Wall Street, lo que inició el auge de las finanzas al punto de volverse dominantes sobre la producción y constituirse en un sector en buena parte hipertrofiado, parasitario y catalizador de burbujas especulativas. Al mismo tiempo la atracción de este flujo de capital reforzó el comando de este poder financiero por parte de Estados Unidos, que desde los años ´80 explotaría esta posición para manipular el escenario internacional a su favor, mediante el asalto financiero a economías dependientes y en desarrollo, forzando reformas flexibilizadoras y privatizadoras y devaluando sus monedas mediante las crisis de deuda administradas por las instituciones globales dominadas por EE.UU., a la vez que se aseguraba el cobro de sus acreencias.
En esta etapa la escala de las empresas protagonistas dio un salto al nivel transnacional en lugar de los trusts/carteles nacionales descriptos para etapas anteriores dentro del marco teórico leninista. Harvey las califica como detentadoras de poder monopólico o casi monopólico y como beneficiarias de los procesos de apertura económica en un marco de competencia desigual, cuando no de anulación de la competencia.
En este nuevo escenario los esfuerzos de ajuste espaciotemporal por parte del capital financiero y transnacional partían de inversiones que de resultar productivas permitirían la continuidad de la acumulación ampliada, pero que en caso de no poder superar las trabas a la movilidad del capital fijo o las dificultades de realización del valor generarían inestabilidad financiera, llevando a devaluaciones y defaults. Por otro lado incluso un resultado exitoso del plan inversor podía llevar a un crecimiento nuevo en espacios de valor que a su vez se saturarían y necesitarían exportar excedentes, acrecentando la competencia a nivel económico y geopolítico, lo que presionaría sobre los márgenes de ganancia.
Pero ante la dificultad de recrear una acumulación ampliada sustentable, los mecanismos financieros pasarían a combinarse con la acción militar en un esfuerzo neoimperialista de acumulación de tipo coercitivo sobre todo desde el final del período de crecimiento de los años ´90.
Harvey analiza posibles salidas. Por un lado detener los mecanismos de desposesión externos y reconducir el sobrante de capital hacia la reinversión interna en educación e infraestructura, que podría dar dividendos a mediano y largo plazo. Pero esto requeriría una voluntad de reforma y de redistribución que parece del todo ausente en la clase dominante estadounidense. Por otro lado sería posible que China absorbiese los excedentes del capital mundial, pero al sustraerlos del centro de atracción estadounidense, esto debería provocar una resistencia potencialmente violenta, o llevaría a estrategias de cerco geopolítico mediante el control de las fuentes de suministro energético (movimiento en el que se enmarcaría la invasión a Irak), carta fuerte para jugar en la competencia internacional.
En una situación en la que según Harvey la acumulación por desposesión ya supera a la acumulación económica, estos probables bloqueos a la reforma, de no poder superarse, determinarían una trayectoria de mayor desposesión para evitar la «total parálisis” (ibídem, p. 122).

(Continúa en parte 2)

Notas

1) Para los fines de este trabajo nos centraremos en un solo aspecto del «catastrofismo», el bloqueo absoluto a la acumulación. Del mismo modo vamos a trabajar con la idea de la «decadencia del capitalismo» en una sola de sus dimensiones, la del estancamiento económico (para una definición más amplia teórica y política de este par de ideas se puede consultar a Katz 2007) por lo que nos referiremos a ella indistintamente como «estancacionismo» en el sentido usado en Astarita (2012).

2) La corriente de la dependencia está representada por un grupo heterogéneo de autores con influencias teóricas dispares. Por caso, Celso Furtado representa un momento de transición desde las ideas estructuralistas a ideas más radicales con creciente influencia del marxismo (ver Preston 1999), mientras que Gunder Frank es considerado cercano al pensamiento marxista, pero sin reivindicarse dentro de esta línea teórica (ver Astarita 2010a). Dado que vamos a hacer un análisis del uso de conceptos marxistas, nos parece que el abordaje más económico consiste en centrarnos en quienes han hecho un esfuerzo más riguroso por desarrollar sus ideas dentro de este marco.

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Capitalismo de plataformas y tendencias del trabajo

Julio Olivero y Cristian Manzano, trabajadores precarizados de Rappi // Nota Rappi, CABA, 07/09/2018, por Lucía Barrera Oro para ANCCOM.

En la nota anterior veíamos la evolución del modelo de plataformas impulsado por la abundancia de financiación. Aquí vemos algunos efectos sobre el mundo del trabajo de la combinación de la mundialización de los procesos productivos con la nueva modalidad de plataformas.

Repercusiones sobre el trabajo


Las consecuencias más específicas sobre la economía y el trabajo resultan ser algo paradójicas y poco alentadoras. Los datos sobre productividad (que veremos abajo) muestran que la revolución tecnológica no ha tenido mayores efectos en ese sentido y no ha podido evitar la caída de su crecimiento en los últimos años, a la par que persiste el problema inicial de esta etapa, una enorme sobreacumulación. La innovación entonces se ha dirigido a mejorar las tasas de éxito en la realización del valor, la reducción de costos y de tiempos muertos mediante el mayor control del trabajo y su creciente fragmentación y precarización. Desde el punto de vista del capital esto constituye a la vez un logro parcial de la etapa y una condición necesaria para la continuidad (aunque aletargada) de este modelo, pero para la clase trabajadora parece significar que el momento de reactivación y la posibilidad de un ciclo de reformas progresivas no estaría en el horizonte cercano.
En parte a esto se refiere Subirats (2019) al afirmar la imposibilidad de volver al modelo keynesiano. La nueva base tecnológica ha cambiado radicalmente los límites al movimiento del capital y ha minimizado la capacidad de negociación del trabajo con la fragmentación de tareas, la deslocalización y la rotación de personal. Después de una etapa de crecimiento neto del empleo hasta la crisis de 2008, los últimos años han visto crecer el desempleo, bajar los salarios y extenderse la precarización.
Además las tendencias actuales favorecen al trabajo calificado mientras que el trabajo no calificado se ve reemplazado por procesos automatizados, o cae en la mayor precariedad y tiende a perder una relación de dependencia permanente con un empleador, entrando en un modo de subempleo crónico. El modelo de plataformas agudiza este fenómeno al disfrazar las relaciones laborales en figuras de «falsos autónomos» que ofrecen servicios fugaces.
De este fenómeno Subirats desprende la necesidad de pensar en regulaciones laborales por un lado, y por otro lado en proponer políticas ligadas a la idea del postrabajo y de un piso de subsistencia mínimo asegurado, aunque esto no parece algo compatible con el capitalismo ni que pueda apoyarse en una tendencia real del fin del trabajo. En cambio y como describe el propio Subirats lo que estamos viendo por el momento es una fractura del mercado de trabajo entre los empleos calificados más necesarios para esta etapa y los trabajos obsoletos y no calificados. Dirksen encuentra este fenómeno en Latinoamérica y M. Roberts lo observa como una tendencia global.
Según Dirksen (2019) las trabas estructurales de la región latinoamericana referidas a las falencias institucionales, de infraestructura y educación determinan bajos salarios que perpetúan la estrategia de rentabilidad a base de la explotación del trabajo vivo en lugar de impulsar el cambio tecnológico con mayor inversión en capital constante. De este modo es muy bajo el potencial para el empleo en la rama tecnológica y solo podría expandirse en el comercio y el transporte, que son servicios de baja calificación y bajos salarios. Citando estudios de OCDE y CEPAL afirma que la destrucción de puestos de trabajo será mínima en la próxima década, rondando el 1%, por lo que los problemas laborales tendrán que ver más con la mutación de sus formas que con un achicamiento del mercado de trabajo.
Propone la posibilidad de revertir esta situación de precariedad mediante una alianza de los intereses del estado, las empresas y los sindicatos, pero esto parece más que improbable dadas las falencias de base que vienen determinando la historia económica regional, el choque natural de intereses que también tiene sus raíces en las estructuras heredadas y sobre todo el hecho de que la burguesía regional está inserta en el mercado mundial de un modo que ya le resulta rentable. Pero aunque estas dificultades pudieran evadirse, el problema de fondo parece ser que las falencias de calificación de una fuerza de trabajo que pueda incluirse crecientemente en el nuevo modelo tecnológico digital, no son del todo ajenos al resto de la escena global (1), como veremos que muestra M. Roberts, y por lo tanto un intento de reforma que buscase ampliar la calidad del trabajo no solo tendría que acortar una brecha con el mundo desarrollado, sino que se encontraría con el problema de que el techo a que se puede aspirar en este aspecto es mucho más bajo de lo que se esperaba.
En efecto lo que encuentra Michael Roberts (2022a, 2022b, 2022c) estudiando los datos de EE.UU. desde el inicio de la pandemia a esta parte es, en línea con lo que ya vimos, que el teletrabajo se ha constituido en un rasgo de la producción que incluye solo a la fuerza de trabajo calificada, mientras que la no calificada debe trabajar más horas en horarios corridos y rotativos (como en guardias) arbitrarios, en disponibilidad permanente para el empleador, en un contexto de mayor desigualdad y desempleo. En términos de género se nota un exceso de trabajo para hombres y subocupación para las mujeres. En ambos casos se ha intensificado el trabajo debido a la contratación de menos empleados para las mismas tareas y por la inclusión de tecnología que no resulta ahorradora de trabajo. A este respecto es notable la caída del crecimiento de la productividad de los últimos años.

(Fuente: Michael Roberts 2021)

A esto Roberts lo conecta con la caída en la inversión estatal en inteligencia artificial lo que deja solo a la inversión privada que se concentra en cambios que mejoren la rentabilidad a corto plazo, como marketing, contabilidad y combustibles fósiles. Como agravante, la exención tributaria para inversión en estos equipos favorece su incorporación a costa de mano de obra que sí tiene carga tributaria, y esta aceleración de la inversión en equipos no alivia el trabajo sino que frecuentemente es defectuosa y termina agravando las demandas de esfuerzo del plantel, mientras que por otro lado también se invierte en tecnología destinada a agudizar los niveles de control sobre cada momento del trabajo, añadiendo otro ingrediente al stress y la intensificación laboral.
Para la década en curso las proyecciones muestran una tendencia de eliminacion de empleos de calificación media-baja que puedan ser sustituidos por la automatización (oficina, producción, ventas y otros) y la creación de empleo solo en sectores de alta calificación. Al mismo tiempo en las últimas décadas se nota un corte en la evolución de las remuneraciones de los trabajadores más calificados respecto al resto, que tienden a estancarse.

(Fuente: Michael Roberts 2022c)
Roberts no hace alusión a ninguna medida de reforma que pueda revertir estas tendencias. La única vía sería salir del capitalismo.

Balance


Los autores que hemos visto coinciden en la caracterización del escenario laboral como de profundo retroceso en las condiciones de trabajo y en la capacidad de respuesta de los trabajadores frente a las nuevas tecnologías y la reorganización impuesta por el capital. La novedad de las plataformas actúa como catalizador de estas tendencias al articular las relaciones laborales dentro de una lógica que centraliza una actividad que en sus sujetos permanece dispersa y por lo tanto desorganizada políticamente. De este modo aplica con toda su fuerza la presión económica que permite aumentar los niveles de explotación.
Si este paradigma constituye la base tecnológica y organizativa de esta etapa capitalista, entonces el aumento de la explotación debería constituirse en un rasgo permanente, difícil de contrarrestar con políticas públicas que vayan más allá de algunas regulaciones laborales. Al mismo tiempo la debilidad de la acumulación pone límites a la consecución de reformas más ambiciosas.
Por otro lado, si la fragmentación del sujeto que debería presionar por reformas las hace poco viables, del mismo modo posterga la opción revolucionaria. Si bien se agrava el descontento generalizado, es en un contexto de debilitamiento. Queda abierta la cuestión de cómo va a repercutir en el mapa político de la clase trabajadora la ruptura de las franjas de ingreso entre una minoría calificada y el resto. No necesariamente un mayor poder relativo conduce al conservadurismo, más bien suele suceder lo contrario. Pero las condiciones para que suceda una u otra cosa probablemente emerjan del cruce de múltiples factores sociales y de contextos nacionales difíciles de prever.
Por lo pronto nos limitamos a un diagnóstico limitado a las tendencias recientes que parecen apuntar a un momento particularmente profundo del enfrentamiento entre el trabajador y el producto de su trabajo como algo ajeno y que lo domina.

Sin embargo, como nota propositiva tal vez el camino para contrarrestar las consecuencias de la movilidad del capital deba buscarse por el lado de una recuperación de la política internacionalista que cobre conciencia de que las fronteras nacionales son jaulas que son usadas cotidianamente para amenazar las condiciones de trabajo, en base a las diferencias nacionales de productividad y de derechos laborales. En este sentido la izquierda puede constituirse en el polo opuesto a la creciente reacción nacionalista, representando el interés universal a través de la lucha por una progresiva abolición de las fronteras nacionales que limitan su movilidad, sus derechos y su capacidad de negociación.

Notas

1) De hecho en el propio trabajo de Dirksen se muestra el dato de que en EE.UU. solo el 1% de la fuerza de trabajo está empleada en plataformas, con una estimación del 5% para los países más avanzados de Europa.

Bibliografía

Dirksen, Uta (2019): Trabajo del futuro y futuro del trabajo https://nuso.org/articulo/trabajo-del-futuro-y-futuro-del-trabajo/
Roberts, Michael (2022a): The future of work 1 – remote working https://thenextrecession.wordpress.com/2022/06/07/the-future-of-work-1-remote-working/
Roberts, Michael (2022b): The future of work 2 – working long and hard
https://thenextrecession.wordpress.com/2022/06/22/the-future-of-work-2-working-long-and-hard/
Roberts, Michael (2022c): The future of work 3 – automation
https://thenextrecession.wordpress.com/2022/07/04/the-future-of-work-3-automation/
Roberts, Michael (2021): The productivity crisis https://thenextrecession.wordpress.com/2021/05/30/the-productivity-crisis/
Subirats, Joan (2019): ¿Del poscapitalismo al postrabajo? https://nuso.org/articulo/del-poscapitalismo-al-postrabajo/

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Sobre tasas de interés, capitalismo de plataformas y recesión

El incremento de las tasas de interés amenaza con detener la economía global. Este post reproduce parte de un trabajo más amplio, y hace hincapié en la importancia que ha tenido la baja tasa de interés para mantener los niveles de actividad en las últimas décadas, particularmente en el sector de plataformas, que dependen fuertemente del endeudamiento y del modelo de negocios «crecimiento primero ganancias después». En resumen, las nuevas condiciones tenderían a agudizar la competencia y a acelerar el desplome de las empresas que no han alcanzado la etapa de rentabilidad.

La etapa: de la mundialización al modelo de plataformas

Según Srnicek (2018) la crisis de los años ´70 daría lugar a una serie de respuestas en la organización de la producción, que en su intento de reactivar la acumulación irían articulando sucesivos momentos de profundización del cambio en la producción, el trabajo y las finanzas.


La etapa anterior fordista de producción masiva con una clase obrera fuertemente concentrada y homogeneizada no había podido superar los crecientes problemas de sobreacumulación y sobreproducción en Estados Unidos derivados del ascenso de la industria foránea. Como respuesta, en un primer momento el capital estadounidense recurrió a un «hipertaylorismo» (ibídem, p. 21) más fragmentado en las tareas y con reducción de tiempos muertos y capacidad ociosa, menos masivo y más especializado en mercancías customizadas en las que cada empresa tuviera una ventaja específica y estuviera más conectada con las necesidades particulares del consumidor, todo esto habilitado por un nuevo software que permitía articular la cadena de suministros.


Sin embargo la competencia alemana, japonesa y de los nuevos núcleos manufactureros de Asia pronto reaccionó en el mismo sentido, avivando la competencia y reproduciendo los problemas de sobreacumulación.
En paralelo se desarrolló un fuerte ataque a las condiciones laborales, apoyado en la mayor prescindencia de mano de obra que generaron los cambios anteriores y en la posibilidad de deslocalizar servicios transables a países con menores salarios, tendencia que se exacerbó desde los años ´90 gracias al avance de la tecnología de las telecomunicaciones. Así se estableció una nueva relación de fuerzas en perjuicio de los trabajadores que tendería a eliminar la estabilidad y los beneficios de la etapa anterior.


Aún así, tras un momento de crecimiento en los años ochenta con el Acuerdo Plaza de 1985 que devaluó la moneda estadounidense reanimando un poco su competitividad y luego con la misma medida tomada en las economías alemana y japonesa para que no colapsaran, el crecimiento se empezó a desacelerar en las principales economías, con la única excepción del sector de las punto-com e internet en los ´90, que aprovecharon una enorme masa de capitales que no encontraban salida en el ámbito de la producción. Gracias a la facilidad de financiamiento desarrollaron un modelo de negocios de «crecimiento primero ganancias después» (ibídem, p. 52) con la ambición de obtener posiciones monopólicas. Se formó así en este sector una enorme burbuja que empezaba a dar señales de agotamiento hacia finales de los ´90 pero fue sostenida por el «keynesianismo del precio de los activos» (ibídem, p. 27) mediante la baja de las tasas de interés para mantener la actividad económica y duró hasta el año 2001 cuando terminó por explotar, no sin antes haber desarrollado los cimientos tecnológicos para un avance mayor en la tercerización y deslocalización de los procesos productivos, sentando las bases de «la economía digital que vendría después» (ibídem, p. 27).


En efecto estas tendencias continuaron, alimentadas por el mantenimiento de bajas tasas de interés que además inflaron el mercado inmobiliario e impulsaron a buscar inversiones de riesgo con mayores retornos, lo que desembocaría en la crisis de 2008 y en el consiguiente intento de reactivar la economía mediante la expansión cuantitativa (siendo ya imposible bajar más la tasa de interés).


Esta estrategia implicaba la compra de activos para reducir su oferta y bajar el rédito de los bonos y subir el valor de las acciones, con la esperanza de estimular el gasto. Pero al mismo tiempo reforzó el impulso a buscar inversiones financieras de riesgo con mayores retornos. Esta lógica explica el mantenimiento de la enorme financiación que las empresas tecnológicas venían recibiendo desde los ´90.


Por su parte estas empresas hicieron un gigantesco acopio de efectivo en paraísos fiscales, evadiendo impuestos y debilitando la recaudación estatal, en un contexto de creciente desempleo, debilidad de la acumulación y precios a la baja. Se trata de una fuga de ahorro que no se reinvierte y que obliga al estado a reforzar las medidas de austeridad.


De los precios menguantes surgió la necesidad de extraer mayores beneficios de las ventas, lo que daría lugar al modelo de plataformas, que se basa en la extracción de datos desde una infraestructura digital que hace de intermediaria entre agentes económicos. La información así extraída potencia el conocimiento del mercado de consumo, de los procesos productivos y de la logística, y de este modo se convierte en una mercancía en sí misma. Este modelo tiene una fuerte tendencia a la monopolización por acumulación de ventajas de información y funcionalidad exclusivas, su crecimiento no adolece de los límites naturales de la industria tradicional (menores requerimientos de capital fijo), y se desarrolla mediante subvenciones cruzadas que privilegian la expansión hacia donde haya mayores posibilidades de extraer datos, en una lógica distinta a la del modelo austero de los ´80 que insistía en especializarse en las actividades más rentables. Sus condiciones de posibilidad financieras serían por un lado la subvención desde las ramas rentables del mismo grupo empresario y por otro lado la ya mencionada facilidad crediticia que permitía seguir la estrategia de «crecimiento primero ganancias después».


En este sentido Durand (2021) hace hincapié en que a pesar de la ideología heroica de libre mercado y posibilidades infinitas de la «nueva economía» de Silicon Valley, las tendencias de hecho iban a ser las mismas que en cualquier otro ciclo posterior a un momento de innovación, es decir, a la concentración del capital en pocas manos, en polos geográficos específicos, la osificación de las posibilidades de entrada al mercado y de ascenso social a partir del esfuerzo emprendedor, y la profundización de las lógicas inherentes a la necesidad de incrementar la rentabilidad a partir de un incremento de la intensidad laboral, aprovechando la tecnología que permite aumentar el control y subdividir y deslocalizar las tareas.


Estas tendencias de fondo (volviendo ahora a Srnicek) se irían revelando progresivamente y sobre todo la necesidad de obtener ganancias iba a empezar a hacerse imperiosa en los últimos años debido al agotamiento de las fuentes de crédito barato. Esto último amenaza particularmente a las plataformas austeras que se centraron en el rol de recolección de datos sin haber llegado al estadío de rentabilidad, a la vez que la debilidad de la economía en su conjunto amenaza a las plataformas de explotación publicitaria como Google y Facebook. En ambos casos una salida podría implicar que sus plataformas empiecen a cobrar (o incrementar) un pago por sus servicios.


El caso de las plataformas insertas en la producción y en la infraestructura básica de los servidores es más resiliente y se ha hecho de un lugar inexpugnable en las cadenas de valor. Por un lado la provisión de datos sobre el consumo humano y el comportamiento de los mismos productos se ha vuelto imprescindible en la carrera competitiva, y por esto mismo la utilización de plataformas es una ventaja en la que todo gran capital necesita invertir ya sea con el uso de servidores propios o alquilados a los grandes concentradores de capacidad instalada como Amazon.


De este modo se va conformando un mapa de la producción en el que cobran importancia creciente puntos de percepción de lo que Srnicek denomina rentas debido a sus rasgos monopólicos, a la vez que los propietarios de las plataformas ganan en poder de control sobre las condiciones en que se desarrollan las interacciones económicas. En este sentido el flujo de información que brinda la interacción entre clientes y trabajadores permite ajustar y disciplinar la actividad laboral.


Sin embargo a las tendencias monopólicas se opone el hecho de que los capitales que juegan a esta escala buscan una expansión hacia todos los puntos de recolección de datos y por lo tanto se expanden fuera del campo de acción original de su rama y así terminan compitiendo con los otros gigantes del capital. Vemos un crecimiento en la escala de los contendientes en la competencia global, a la vez que una creciente diferencia entre los capitales que usan plataformas y los que no. Una reacción a la guerra competitiva por los datos podría llevar al cerramiento de los capitales en sus respectivas plataformas, construyendo en ellas más funcionalidades e incluso llegando al punto de construir infraestructuras físicas exclusivas para cada una, como en parte ya está ocurriendo, en lo que para Srnicek constituye una amenaza de fragmentación de la propia internet.

Bibliografía


Durand, Cedric (2021): «Tecnofeudalismo» La Cebra

Srnicek, Nick (2018): «Capitalismo de plataformas» Caja Negra Editora

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Anexo sobre renta: J. I. Carrera textual 2017

Amplío aquí la respuesta a quienes niegan que J. I. Carrera entiende al valor en términos físicos, y esta vez cito pasajes de su último libro sobre renta, mayormente del capítulo 5.
Veremos que JIC se centra en «la materialidad del trabajo realmente gastado por la sociedad» y que intentará igualar al trabajo material total de la sociedad con el valor total, identidad con la que de hecho niega la posibilidad del trabajo potenciado (salvo como mera apariencia):


«Consideremos la misma situación desde el punto de vista de la materialidad del trabajo gastado realmente por la sociedad. Desde este punto de vista, no hay de dónde sacar más riqueza social que aquella en la que se ha materializado el trabajo realmente gastado. Materialmente, el trabajo de productividad superior a la normal no cuenta por más de lo que es la magnitud de su propia materialidad. El que puso en acción la productividad superior a la normal se ha llevado, en el cambio, el producto de una cantidad material de trabajo abstracto mayor a la que efectivamente gastó al producir para los demás. A la inversa, éstos han gastado una cantidad material de trabajo abstracto superior a la encerrada en el producto que recibieron del primero. Lo que uno materialmente recibió de más. es lo que los otros materialmente recibieron de menos. Al organizarse el trabajo social de manera privada, los beneficios o los perjuicios ocasionados por los desvíos respecto de la norma social no recaen sobre el conjunto de la sociedad, sino de manera privada sobre quienes incurren en ellos.» (p 88, resaltado nuestro, aquí y en lo sucesivo)

«De modo que en ausencia de toda regulación directa, el precio comercial de la mercancía en cuestión, y no su valor social – ya que a éste lo sigue teniendo como una multiplicad de valores cuantitativamente distintos y no como un cuanto único – se va a regir por la normalidad de esta cantidad de trabajo. Lo cual implica que quienes han trabajado bajo condiciones naturales más favorables, van a recibir para su beneficio privado, bajo la apariencia de un contenido de valor, el producto de una cantidad de trabajo social mayor a la que ellos han materializado en el producto que aportan al consumo social. A la inversa, el resto de la sociedad va a tener que sacrificar ese trabajo social, que gastó, pero cuyo equivalente no va a poder consumir. Es la forma de privado con que se efectúa el trabajo social la que impone esta situación:


«Es la determinación por el valor comercial, tal como se impone a base del régimen capitalista de producción por medio de la competencia , que crea un falso valor social. Esto es obra de la ley del valor comercial, al que están sometidos los productos agrícolas. La determinación del valor comercial de los productos, entre los que figuran también , por tanto, los productos agrícolas, es un acto social, aunque se opere socialmente de un modo inconsciente y no intencional, acto que se basa necesariamente en el valor de cambio del producto, no en la tierra y en la diferencia de fertilidad de ésta. Si nos imaginamos la sociedad despojada de su forma capitalista y organizada como una asociación consciente y sujeta a un plan (…) (e)sta sociedad no compraría , por tanto , ese producto agrícola por dos y media veces más de trabajo real del que en él se encierra (…). La identidad del precio comercial tratándose de mercancías de la misma clase es el modo como se impone el carácter social del valor a base del régimen capitalista de producción y, en general, de la producción basada en el cambio de mercancías entre individuos
.»» (pp 90-91)

«El aumento de la productividad del trabajo que pone en acción el capital individual que incorporó la innovación técnica, lleva al valor individual de su mercancía por debajo del valor social. Como las mercancías se venden a éste, la diferencia entre ambos valores constituye una plusvalía extraordinaria que apropia el capitalista innovador. Pero, con la jornada de trabajo dada, la mayor productividad resulta en una mayor masa de mercancías lanzada a la circulación por el capitalista innovador, lo cual, a su vez, se refleja en la multiplicación de la masa total producida por la rama. Esta masa ampliada requiere de una necesidad social solvente correspondientemente ampliada que la absorba. Y esta ampliación de la necesidad social solvente tiene por condición la disminución del precio de venta. En consecuencia, la plusvalía extraordinaria no surge simplemente de vender al valor social vigente, superior al individual; surge de vender por debajo de ese valor social, a condición de hacerlo por encima del valor» (p91)


En este último pasaje y en las páginas que le siguen, JIC desarrolla un ejemplo hipotético en el que la plusvalía extraordinaria apropiada por una empresa se ve matemáticamente compensada por plusvalía perdida por otra, dados ciertos supuestos heroicos.
Con el equilibrio matemático se nos quiere persuadir de que estamos ante una ley férrea, inatacable, que no requiere mayor demostración.
Sin embargo, en cuanto se cambian aquellos supuestos por otros (ver aquí), el ejemplo se anula y pierde toda su fuerza persuasiva, con lo que se impone enfrentar la cuestión con algo más que impresionismo: necesitamos una demostración. Se necesita una explicación teórica de por qué y cómo y en qué forma social el tiempo de trabajo se coagularía en valor antes de su realización mercantil, coagulación previa que sería el requisito indispensable para que la materialidad del trabajo sobre la que insiste JIC pueda viajar portando el índice exacto de su magnitud, y de ese modo, si no resulta reconocido en su totalidad en el cambio, esa diferencia con existencia propia contante y sonante pueda ser transferida de algún modo, distribuida dentro de la rama o hacia otras ramas, desde las unidades menos productivas a las más productivas.
Como JIC no cobra conciencia o no puede admitir lo insuficiente de su ejemplo como sustituto de una explicación, esa instancia de coagulación social que debería explicar NO EXISTE EN SU OBRA.
Y en este estado de argumentación pre-teórico se llega entonces a afirmar que en efecto, el valor total en la sociedad es igual a la cantidad total de trabajo material:



«Tenemos que, mientras el capital que incorporó la innovación logra que se le reconozca como socialmente necesaria una cantidad de trabajo abstracto mayor a la efectivamente materializada en su mercancía, los restantes capitalistas de su rama se encuentran en la situación inversa. Veamos en qué proporción la plusvalía extraordinaria del primero se corresponde con la pérdida de plusvalía de los segundos. Tomemos un ejemplo numérico simple.» (p 93)
«Nuevamente, lo que ganan unos como plusvalía extraordinaria es lo que pierden otros por no poder realizar integramente la plusvalía que han extraído a sus obreros.» (p 95)
«También aquí, lo que unos capitales apropian como plusvalía extraordinaria -sea por haber incorporado una productividad del trabajo superior a la normal en su rama, sea por encontrarse en otras ramas con una demanda multiplicada por sus mercancías gracias al abaratamiento originado por dicha incorporación en la rama ajena – es la plusvalía que otros capitales han extraído a sus obreros pero que el surgimiento de la innovación les impide realizar.» (p 96)


Por si quedaban dudas:


«Recapitulemos. El hecho de poner en acción una productividad del trabajo superior a la que determina el valor social de su mercancía no le da al capital innovador la capacidad para extraer de sus obreros más trabajo abstracto excedente, más plustrabajo abstracto. Dada la duración de la jornada de trabajo, la única diferencia desde el punto de vista material reside en que la misma masa de trabajo abstracto se ha distribuido en una masa mayor de unidades del valor de uso en cuestión. Pero la relación social que rige la puesta en marcha privada de esta misma porción del trabajo social se encuentra materializada en esa mayor masa de unidades producidas. Y aquí el trabajo abstracto no cuenta simplemente por su materialidad sino por su determinación como socialmente necesario en el sentido de su normalidad. La cantidad de trabajo abstracto efectivamente materializado en cada unidad, que gracias a la mayor productividad es menor que la normal, se manifiesta, entonces, representada como una magnitud de valor que corresponde a una mayor cantidad de trabajo abstracto socialmente necesario. Bajo la forma del valor social ubicado por encima del individual, el capitalista innovador aparece detentando un título sobre el producto del gasto material de trabajo social mayor al que efectivamente le ha hecho gastar a sus obreros de manera privada e independiente. Su capital no ha aportado trabajo abstracto adicional a la producción social, pero participa en el establecimiento indirecto de la unidad entre la producción y el consumo sociales como si lo hubiera hecho. La productividad de sus obreros por encima de la normal le da la potestad de participar en una mayor proporción del producto del plustrabajo rendido materialmente, no por esos mismos obreros, sino por los obreros que trabajan para otros capitalistas.» (pp 96-97)


Con lo que se puede insistir en que la renta sólo puede ser una transferencia de valor:


«En el punto respectivo hemos desarrollado cómo la renta diferencial surge en el proceso de circulación, en razón de que la satisfacción de la necesidad social solvente impone como precio comercial normal al precio de producción correspondiente a la porción de capital agrario que -dados los condicionamientos naturales diferenciales no controlables – pone en acción la menor productividad del trabajo compatible con dicha satisfacción. Este hecho es ajeno al proceso de producción mismo, y como tal no tiene modo de alterar la masa de plusvalía producida por los obreros agrarios que trabajan sobre condicionamientos naturales más favorables» (p175)

Bibliografía

Carrera, Juan Iñigo (2017): «La renta de la tierra. Formas, fuentes y apropiación» Imago Mundi 1era edición

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Cosificación

Hay algunos comercios diminutos, en que apenas cabe un escaparate y una persona que por asociación parece muy chiquita, sentada cerca de la vidriera y mirando hacia afuera, a través de las rejas. Esperando a alguien. Preguntándose quién va a parar a ver, o a entrar. Ojalá que entre, y le guste algo.
Una esperanza de reconocimiento para la cosa, porque en la venta se reconoce la utilidad de esa cosa y de su propietario. La no venta decreta la inutilidad de la persona. Es grande entonces la ansiedad.
Se ha dicho que la humanidad busca realizarse plenamente a través del reconocimiento del otro. Se desea el deseo del otro.
Triste entonces, poco humano y cuán alienante, es el paisaje del nicho desde el cual una persona ansía el reconocimiento hacia sus mercancías en oferta. Y ésas son las relaciones sociales que nos dominan.

En nuestra vida pública, se trata cada vez más del reconocimiento de la cosa. Nuestra vida pública es el mercado, y nuestras relaciones sociales son relaciones entre cosas. Incluso debemos vendernos a los empleadores como mercancías. No sorprende entonces que la cosificación invada también a la estima de las personas. Que su espejo y su medida esté hecho de cosas, cada vez en mayor grado. Se es, en tanto se tiene éxito en las relaciones con las cosas. En tanto se las puede acumular a gusto o descartar, y en tanto aquellas cosas que la persona ofrece a la sociedad son demandadas. Éxito se le llama. Estar bien parado como agente del mundo de las cosas, y relacionarse con pares que comanden por su cuenta muchas cosas. Ser así de un tipo de gente, no de la otra.
Con facilidad puede verse cómo estas determinaciones refuerzan la idea del otro como posesión, deformando las relaciones interpersonales. O el otro como más o como menos en una escala de humanidad: la estratificación se combina con el racismo.
Así, mientras las relaciones interpersonales se resienten, se busca refugio en la vida privada, en la familia, pero es ilusorio creer que hasta ese espacio no nos seguirá también el peso muerto de una sociedad cosificada.

Tal debe ser la vida dentro de la lógica del valor mercantil, todo se consume y se agota dentro del ciclo de la rueda que gira. La felicidad es servir a la rueda y desaparecer.

En las antípodas, casi en el reino de la ficción desde nuestra perspectiva, las sociedades primitivas regidas por la reciprocidad pueden desconocer el agradecimiento, que resulta ofensivo en tanto implica que se espera algo, aunque sea un gesto, a cambio de dar. Quien en ese contexto diera las gracias por algo, y explicara qué significa agradecer, infligiría una ofensa terrible, en tanto no considera como algo natural y ordinario que la otra persona done con liberalidad, que cumpla con su deber elemental.

 

Relacionado: Fetichismo de la mercancía

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Anexo sobre renta: Marx textual

En este anexo al artículo sobre renta, expongo con alguna extensión los argumentos textuales del mismo Marx.

Primero veamos cómo se titula el capítulo 37: «CONVERSIÓN DE LA SUPERGANANCIA EN RENTA DEL SUELO» (p484) A partir de esto deberíamos saber dónde se ubica el problema.

Luego, en el sentido de ubicar el carácter sistémico del problema:
«Por si solo, el poder jurídico que permite a estas personas usar y abusar de ciertas porciones del planeta no resuelve nada. El empleo de este poder depende totalmente de condiciones económicas independientes de su voluntad.» (p384)

Y en el mismo sentido debate Marx contra los teóricos que ven sólo la excepcionalidad del fenómeno de la renta:

«Esto es lo que caracteriza su posición, y no el hecho de que el valor de los productos agrícolas, y por tanto, el de la tierra aumente constantemente a medida que se extiende el mercado para estos productos, a medida que crece la demanda y, con ella el mundo de las mercancías que se enfrentan con los productos de la tierra, o, dicho en otras palabras, la masa de los productores de mercancías y de la producción de mercancías no agrícolas. Pero como esto ocurre sin intervención suya, parece como si fuese algo especifico de él el que la masa de valor, la masa de plusvalía y la transformación de una parte de esta plusvalía en renta del suelo dependa del desarrollo de la producción de mercancías en general. Así se explica que Dove, por ejemplo, pretenda derivar de aquí la categoría de la renta. Según él, la renta del suelo no depende de la masa del producto agrícola, sino de su valor, el cual, a su vez, depende de la masa y de la productividad de la población no agrícola. Pero lo mismo puede decirse de cualquier otro producto, que sólo se desarrolla como mercancía a la par que la masa, de un lado, y de otro a la par que la variedad de toda otra serie de mercancías que constituyen sus equivalentes» (p394)

La particularidad dentro de la generalidad:

«Lo característico de la renta del suelo es que bajo las condiciones en que los productos agrícolas se desarrollan como valores (como mercancías) y bajo las condiciones de la realización de sus valores, se desarrolla también la capacidad de la propiedad territorial para apropiarse una parte cada vez mayor de estos valores creados sin intervención suya, convirtiéndose así en renta del suelo una parte cada vez mayor de la plusvalía.» (p395)

En el mismo sentido:

«…partiremos, por consiguiente, del supuesto de que los productos agrícolas o mineros se venden, como todas las demás mercancías, por sus precios de producción. Es decir, de que sus precios de venta son iguales a sus elementos de costo (al valor del capital constante y variable consumido para producirlos) más una ganancia, determinada por la cuota general de ganancia, calculando ésta a base del capital total empleado, el consumido y el no consumido. Partimos, pues, de la hipótesis de que los precios medios de venta de estos productos son iguales a sus precios de producción.
Cabe, entonces, preguntarse cómo, partiendo de este supuesto, puede desarrollarse una renta del suelo, o, lo que es lo mismo, cómo puede convertirse en renta del suelo una parte de la ganancia y, por tanto, ir a parar a las manos del terrateniente una parte del precio de la mercancía.
Supongamos, para señalar el carácter general de esta forma de la renta del suelo, que las fábricas del país de que se trate se hallan movidas en su inmensa mayoría por máquinas de vapor y una minoría determinada de ellas por saltos naturales de agua. Sentemos el supuesto de que el precio de producción en las ramas industriales de la primera clase sea 115 para una masa de mercancías que absorben un capital de 100.
El 15 % de ganancia no se calcula solamente sobre el capital consumido de 100, sino sobre el capital total invertido en la producción de este valor–mercancías. Este precio de producción no se determina, como hemos dicho más arriba, por el precio de costo individual de cada industrial que produce por separado, sino por el precio de costo medio de la mercancía bajo las condiciones medías del capital en la rama de producción en su conjunto. Trátase, en realidad, del precio de producción del mercado, del precio medio comercial, independientemente de sus fluctuaciones. La naturaleza del valor de las mercancías se revela, en efecto, bajo la forma del precio comercial y, más aún, bajo la forma del precio comercial regulador o precio comercial de producción; en el hecho de que se determina, no por el tiempo de trabajo individualmente necesario para la producción de una determinada cantidad de mercancías o de una mercancía concreta, para un determinado productor individual, sino por el tiempo de trabajo socialmente necesario, es decir, por el tiempo de trabajo necesario para crear, bajo el promedio dado de las condiciones sociales de producción, el total socialmente necesario de las distintas clases de mercancías que figuran en el mercado.
(…) Aquí, se revelan inmediatamente dos cosas:

Primera: La ganancia extraordinaria de los productores que emplean los saltos de agua como fuerza motriz se halla en el mismo plano de toda la ganancia extraordinaria (categoría analizada ya por nosotros al exponer los precios de producción) que no es resultado fortuito de transacciones en el proceso de circulación, de fluctuaciones fortuitas de los precios comerciales. Esta ganancia extraordinaria equivale también, por tanto, a la diferencia entre el precio de producción individual de estos productores favorecidos y el precio general de producción de la sociedad…» (p398)

Clave del fenómeno, la ganancia extraordinaria:

«En primer lugar, a una fuerza natural, a la fuerza motriz del salto de agua, fuerza creada por la naturaleza y que no es, como el carbón que convierte el agua en vapor, producto a su vez del trabajo, producto que tiene, por tanto, un valor y que debe ser pagado con un equivalente. Es un agente natural de la producción en cuya creación no entra trabajo alguno.
Pero no es esto todo. El fabricante que emplea máquinas de vapor aplica también fuerzas naturales que no le cuestan nada, pero que hacen el trabajo más productivo y que, en la medida en que abaratan con ello la producción de los medios de subsistencia necesarios para los obreros, aumentan la plusvalía y, por tanto, la ganancia; fuerzas que, por consiguiente, son monopolizadas por el capital exactamente lo mismo que las fuerzas sociales naturales del trabajo que se derivan de la cooperación, de la división del trabajo, etc. El fabricante paga el carbón, pero no la propiedad que tiene el agua de desintegrarse para convertirse en vapor, la elasticidad del vapor, etc. Esta monopolización de las fuerzas naturales, es decir, de la potenciación de la fuerza de trabajo lograda por ellas, es común a todo capital que opera con máquinas de vapor. Puede aumentar la parte del producto del trabajo que representa plusvalía en comparación con la parte que se convierte en salario. En la medida en que lo hace, eleva la cuota general de ganancia, pero no crea una ganancia extraordinaria, la cual consiste precisamente en el excedente de la ganancia individual sobre la ganancia media. Por consiguiente, el hecho de que el empleo de una fuerza natural, la fuerza hidráulica, cree aquí una ganancia extraordinaria no puede responder, por tanto, exclusivamente a la circunstancia de que la capacidad productiva acrecentada del trabajo obedezca en este caso al empleo de una fuerza natural. Tienen que intervenir necesariamente otras circunstancias modificativas.» (p399)

«La competencia entre los capitales tiende, por el contrarío, a ir borrando cada vez más estas diferencias; la determinación del valor por el tiempo de trabajo socialmente necesario se impone en el abaratamiento de las mercancías y en la obligación de producirías en condiciones igualmente favorables. Pero no ocurre lo mismo con la ganancia extraordinaria del fabricante que emplea como fuerza motriz la fuerza hidráulica. La mayor capacidad productiva del trabajo empleado por él no nace ni del capital ni del trabajo mismos ni del simple empleo de una fuerza natural distinta del capital y del trabajo, aunque incorporada al primero. Nace de la mayor capacidad natural productiva del trabajo, unida al empleo de una fuerza natural, pero no de una fuerza natural que se halle a disposición de todos los capitales invertidos en la misma rama de producción, como ocurre, por ejemplo, con la elasticidad del vapor y cuyo empleo no es, por tanto, algo que va lógicamente unido a la inversión de capital en esta rama determinada. Trátase, por el contrarío, de una fuerza natural monopolizable que, como los saltos de agua, sólo se halle a disposición de quienes pueden disponer de determinadas porciones del planeta y de sus pertenencias.

(…) Por consiguiente, la ganancia extraordinaria obtenida por el empleo de un salto de agua no nace del capital, sino de la utilización por éste de una fuerza natural monopolizable y monopolizada. En estas condiciones, la ganancia extraordinaria se convierte en una renta del suelo, es decir, corresponde al propietario del salto de agua.» (p400)

«Primero: Es evidente que esta renta constituye siempre una renta diferencial, pues no entra como factor determinante en el precio general de la mercancía sino que lo presupone.

(…)

Tercero: La fuerza natural no es la fuente de la ganancia extraordinaria, sino simplemente la base natural de ella, por ser la base natural de una productividad excepcionalmente alta del trabajo. Del mismo modo que el valor de uso es siempre exponente del valor de cambio, pero no su causa. El mismo valor de uso, si pudiese crearse sin necesidad de trabajo, carecería de todo valor de cambio, aunque seguiría prestando siempre la misma utilidad natural como valor de uso. Pero, por otra parte, ninguna cosa tiene un valor de cambio sin ser un valor de uso, sin ser, por tanto, un exponente natural del trabajo. Si los diversos valores no se nivelasen para formar precios de producción y los diversos precios individuales de producción para formar un precio de producción general, regulador del mercado, el simple aumento de la capacidad productiva del trabajo mediante el empleo de saltos de agua sólo serviría para rebajar el precio de las mercancías producidas por esta fuerza motriz, sin elevar la parte de ganancia que en ellas se contiene, exactamente lo mismo que, por otra parte, esta productividad acrecentada del trabajo no se convertiría nunca en plusvalía sí el capital no se apropiase la capacidad productiva, natural y social, del trabajo empleado por él, como si fuese un atributo suyo.

Cuarto: La propiedad del terrateniente sobre el salto de agua no tiene de por sí nada que ver con la creación de la parte de la plusvalía (ganancia), y por tanto del precio de la mercancía en general, que se produce con ayuda de la fuerza hidráulica. Esta ganancia extraordinaria existiría aunque no existiese la propiedad privada sobre el suelo, aunque, por ejemplo, los terrenos en que se halla enclavado el salto de agua fuesen utilizados por el fabricante como terrenos sin dueño. Por consiguiente, la propiedad territorial no crea la parte de valor que se convierte en ganancia extraordinaria, sino que se limita a permitir que el terrateniente, propietario del salto de agua, haga pasar esta ganancia extraordinaria del bolsillo del terrateniente al suyo propio. No es la causa de que esta ganancia extraordinaria se produzca, sino de que adopte la forma de la renta del suelo y, por tanto, de que esta parte de la ganancia o del precio de la mercancía sea apropiado por el terrateniente, propietario del salto de agua.» (p 400)

Como veíamos en el artículo original, la parte marcada arriba en negrita explica que el fenómeno de la ganancia extraordinaria devenida en renta, existe debido a la naturaleza propia de los mecanismos capitalistas de formación de precios, por lo tanto lo fundamental de su existencia es debida a la totalidad del sistema, más que a su particularidad. Ninguna mercancía puede escapar a los mecanismos de formación de precios de este sistema, que hacen posible la existencia de la ganancia extraordinaria en todas las ramas. Sólo en ese sentido la cita que sigue puede tener un significado coherente, sólo puede interpretarse al «falso valor social» como una expresión que remite a que la diferencia entre el esfuerzo social y el «valor comercial» no existiría sin aquellos mecanismos y por lo tanto fuera de este sistema. Por el contrario, la interpretación  del «falso valor social» como algo exclusivo del agro es inentendible desde la línea explicativa de El Capital.

«Es la determinación por el valor comercial, tal como se impone a base del régimen capitalista de producción por medio de la competencia, que crea un falso valor social. Esto es obra de la ley del valor comercial, al que están sometidos los productos agrícolas. La determinación del valor comercial de los productos, entre los que figuran también, por tanto, los productos agrícolas, es un acto social, aunque se opere socialmente de un modo inconsciente y no intencional, acto que se basa necesariamente en el valor de cambio del producto, no en la tierra y en la diferencia de fertilidad de ésta. Si nos imaginamos la sociedad despojada de su forma capitalista y organizada como una asociación consciente y sujeta a un plan, los 10 quarters de trigo representarán una cantidad de tiempo de trabajo independiente igual a la que se contiene en los 240 chelines. Esta sociedad no compraría, por tanto, ese producto agrícola por dos y media veces más de trabajo real del que en él se encierra; con ello desaparecería, pues, la base sobre la que se sustenta una clase de terratenientes. Seria exactamente lo mismo que si el producto se abaratase en la misma cuantía por la importación de grano extranjero. Por consiguiente, todo lo que tiene de exacto la afirmación de que –manteniendo el régimen actual de producción, pero suponiendo que la renta diferencial se asignase al Estado– los precios de los productos agrícolas seguirían siendo los mismos, en igualdad de circunstancias, lo tiene de falso la tesis de que el valor de los productos no variaría si se sustituyese la sociedad capitalista por un régimen de asociación. La identidad del precio comercial tratándose de mercancías de la misma clase es el modo como se impone el carácter social del valor a base del régimen capitalista de producción y, en general, de la producción basada en el cambio de mercancías entre individuos. Lo que la sociedad, considerada como consumidor, paga de más por los productos agrícolas, lo que representa una diferencia de menos en la realización de su tiempo de trabajo en productos de la tierra, representa ahora una diferencia de más para una parte de la sociedad: los terratenientes.» (p. 408)

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Anexo sobre renta

Un tiempo después de publicar este artículo sobre la teoría de la renta, me decía alguien que J. I. Carrera no parte de una visión fisicalista del valor para armar su teoría de la renta. Así que releí el texto («Renta agraria, ganancia del capital y tipo de cambio: respuesta a Astarita»), y tengo que reafirmar mi opinión inicial.

Resumo la cuestión, y muestro algunas citas:

JIC trata de argumentar en favor de una teoría de la renta concebida desde la idea del sobreprecio por encima de un «valor-como-debería-ser», en lugar que desde una forma de funcionamiento de la teoría del valor.
Dice que en el precio se está pagando un falso valor social, por la particularidad del agro de ver establecido el precio según los costos de la tierra peor, en lugar de por algún promedio o por la productividad dominante, como ocurre en otros sectores.
Por supuesto, semejante fenómeno aumenta la ganancia de quienes explotan las tierras mejores, más productivas, con lo que el esfuerzo social y lo redituado no van de la mano. A esto Marx lo llama «falso valor social» en sus capítulos sobre renta.
Pero este fenómeno no es exclusivo del agro, como supone JIC, sino que es inherente a todo el sistema capitalista. Por un lado tenemos el ejemplo más obvio de una manufactura que utiliza una fuerza natural no reproducible (que es, sugestivamente, el caso con el que se empieza a explicar la renta en El Capital), que le da una ventaja permanente en productividad, y por el otro, el caso de una empresa que por tecnología se vuelve más productiva y produce a costos menores que la media, obteniendo sin embargo (y por eso) una ganancia superior. En este caso también el esfuerzo social menor es redituado desproporcionadamente, sin que suela entenderse que se trata de un «falso valor social».
Sin embargo sí lo es, en el sentido antedicho, que es el que usa Marx, de un valor que debe ser reconocido como tal en esta sociedad, pero que no lo sería en otra sociedad, guiada por otras lógicas.
Entonces la particularidad de los sectores primarios y algunas manufacturas, es que la ventaja que aprovechan ciertos propietarios/empresarios es permanente, al menos dentro de un período, mientras que en otros sectores las empresas con ventajas pueden verla reducida o suprimida, al tiempo que otras pasan a la vanguardia. Pero siempre con algunas empresas aprovechando una situación especial, de ganancia extraordinaria, de falso valor social, a la par de un normal funcionamiento de las lógicas del valor en el sistema capitalista.
Por lo anterior, si todos los sectores presentan el fenómeno del falso valor social, del precio no proporcional a los costos (y ni siquiera nos metimos en los mecanismos de la igualación de la tasa de ganancia) se ve que no vale la pena, ni tiene lógica, hacer del caso del agro una especie de succionador especial de valor. De hecho, si así fuera, también deberíamos concederle a la corriente dependentista, que las empresas del primer mundo más productivas por ventaja tecnológica, son a su vez succionadoras de valor, en vez de ser simplemente productoras potenciadas de valor, valor tal como lo es en este sistema, con todas sus mediaciones y complejidades.

Citas:

«Astarita cree que la apropiación de una plusvalía extraordinaria por vender a un precio comercial que se encuentra por encima del valor individual, y por lo tanto, la capacidad para disponer de una mayor porción del producto del trabajo social del que efectivamente se ha aportado individualmente a éste, se alimenta del aire. Lo que uno apropia de manera extraordinaria al vender a un precio que se ubica por sobre el valor individual de su mercancía, es lo que el comprador de la misma pone del trabajo social que él ha entregado en cambio»

«El valor de una mercancía es la cantidad de trabajo abstracto socialmente necesario que se gastó de manera privada e independiente para producirla. La plusvalía es la cantidad de trabajo abstracto socialmente necesario gastado por el obrero asalariado para producir la mercancía, por encima del necesario para reproducir su fuerza de trabajo. Supongamos que el obrero que pone en producción una determinada tierra gasta 100 horas en producir 100 toneladas de soja, y que el valor producido en cada hora de trabajo se expresa en 1 onza de oro (ya que ese es también el tiempo socialmente necesario para producirla); supongamos que la tasa de plusvalía es del 100%, de modo que el valor de la fuerza de trabajo aplicada es de 50 onzas de oro y la plusvalía de otro tanto. Pero supongamos que nuestro capitalista productor de soja se encuentra con que la soja se vende a 2 onzas de oro la tonelada, porque en la peor tierra que es necesario poner en producción para satisfacer el consumo social se requieren 200 horas para producir las 100 toneladas. Luego, cuando lleva sus 100 toneladas al mercado, obtiene por ellas 200 onzas de oro. Le paga al obrero sus 50 y se queda con 150. Es decir se queda con la capacidad para disponer del producto de 150 horas de trabajo abstracto socialmente necesario realizado de manera privada e independiente. Salvo que apelemos a una multiplicación milagrosa del tipo de la de los panes y los peces, esta masa de valor tiene que ser el producto de un trabajo socialmente necesario realizado por alguien que no recibe contrapartida por él. ¿Puede ser ese alguien el obrero del capitalista agrario? Ya sabemos que lo es por el valor correspondiente a sus 50 horas de trabajo impago, pero no hay forma de que esas 50 se hayan convertido materialmente en 150. De modo que no es plusvalía extraída a él la materializada en las 100 onzas de oro adicionales. ¿Del trabajo impago de quién vienen entonces?»

«Desde el punto de vista del conjunto del capital de la sociedad, la renta diferencial constituye un «falso valor social» [Nota al pie: Marx, Carlos, op. cit., p. 614], ya que la misma no encierra contenido alguno de trabajo socialmente necesario gastado privadamente para producir las mercancías agrarias. Pero debe pagarla a los terratenientes con la parte del valor social realmente producido por el trabajo que el conjunto de los obreros productivos ejecuta por encima del requerido para su propia reproducción como fuerza de trabajo para el capital. Esto es, el capital total de la sociedad paga el falso valor social constituido por la renta diferencial a expensas del valor real extraído gratuitamente a sus obreros, o sea, a expensas de su plusvalía.»

«En cuyo caso, el flujo genérico de la plusvalía convertida en renta diferencial de la tierra toma la forma concreta de un flujo internacional por el cual el ámbito nacional donde se concentra el capital industrial en general pierde el control directo sobre el curso de una porción de la plusvalía producida en él.»

«Renta agraria, ganancia del capital y tipo de cambio: respuesta a Astarita» pp 2 a 4

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A esta crítica se me ha objetado que las explicaciones generales de la teoría del valor de JIC, sí siguen lineamientos no fisicalistas, a partir de este texto.
Sin embargo, aunque eso pueda parecer a simple vista, de hecho allí vuelve a afirmar su concepción de que el tiempo de trabajo pasado constituye valor: «el valor de las mercancías es el trabajo abstracto socialmente necesario realizado de manera privada e independiente que se ha gastado para producirlas -o sea, materializado en ellas-…» (p35), en lugar de ser valor el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para reproducir las mercancías en el presente, sin importar cuánto tiempo se gastó o se materializó en el valor de uso.

Pero más importante que las citas es sin embargo la lógica subyacente a la idea de JIC sobre la renta. Al pasar por alto enteramente la noción de trabajo potenciado, su interpretación necesita que el valor exista antes de su realización, de modo de poder ser transferido, en virtud de un sobreprecio, desde otros sectores hacia el agro.

En una próxima entrada voy a copiar los argumentos del tomo 3 en las que Marx explica a la renta como forma de ganancia extraordinaria, bajo el supuesto de la venta de las mercancías agrarias a su valor, no por encima de su valor.

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Rallo…

«Rallomon»

Rashomon es, según la convención, una película que muestra las diferentes posibilidades de interpretación de un mismo acontecimiento por subjetividades diferentes… sin embargo, en esa película yo no pude ver más que la deformación consciente de los hechos, por un acusado ante el juez.

En el artículo presente nos encontramos con la misma pregunta, volvemos a examinar la producción de Rallo y volvemos a preguntarnos si la distorsión puede ser hija de sesgos mentales diferentes, o si simplemente se trata de las argucias de un ideólogo.

 

Voy a enumerar los principales puntos en los que Rallo quiere atacar la TLV marxista, para contestarlos uno por uno.

 En el primer punto destacable del video, Rallo nos presenta un párrafo de El Capital en el que Marx dice que «salta a la vista» o es evidente que el valor de uso no entra en consideración para definir el denominador común, etc, y Rallo se queja de que eso no es una demostración científica… tiene razón, no lo es, la demostración está en los párrafos anteriores al que él se permite mostrar! Como de este tema ya me había ocupado, puedo mostrar el texto completo: https://divulgacionmarxista.wordpress.com/…/cretinismo…/ en donde se explica porqué las relaciones de equivalencia exigen un denominador común cuantificable. Para ampliar el razonamiento de Marx, recomiendo a Guerrero: http://www.nodulo.org/ec/2004/n024p01.htm pero primero me parece fundamental seguir la línea de razonamientos de Marx en «Trabajo asalariado y capital» (ver también https://divulgacionmarxista.wordpress.com/2012/04/14/teoria-del-valor-trabajo/ y https://rolandoastarita.blog/2014/03/29/teorias-del-valor-austriacos-vs-marxistas-2/) ya que explica cómo es la misma estructura mercantil la que permite las leyes que luego van a desarrollarse en El Capital. Notemos cómo este método de lectura saltarina le permite a Rallo no contestar jamás al argumento antedicho, nunca va a abordar la cuestión de que el valor es una cantidad…

El segundo punto es el que objeta que si del valor de cambio se puede deducir (a partir de la constatación de la equivalencia y la necesidad de una sustancia común con ciertas propiedades) la determinación de su magnitud por el tiempo de trabajo socialmente necesario, no se ve porqué no pueden incluirse las mercancías no reproducibles… a esto también lo hemos visto en el post sobre Huerta de Soto. Recordemos que en las primeras páginas de su «Principios de Economía», Ricardo dice lo siguiente: “Existen ciertos bienes cuyo valor está determinado tan sólo por su escasez. Ningún trabajo puede aumentar la cantidad de dichos bienes y, por tanto, su valor no puede ser reducido por una mayor oferta de los mismos. Ciertas estatuas y cuadros raros, libros y monedas escasos, vinos de calidad peculiar, que sólo pueden elaborarse con uvas cosechadas en un determinado suelo, del cual existe una cantidad muy limitada, todos ellos pertenecen a este grupo. Su valor es totalmente independiente de la cantidad de trabajo originariamente necesaria para producirlos, y varía con la diversa riqueza y las distintas inclinaciones de quienes desean poseerlos.
Sin embargo, estos bienes constituyen tan sólo una pequeña parte de todo el conjunto de bienes que diariamente se intercambian en el mercado. La mayoría de los bienes que son objetos de deseo se procuran mediante el trabajo, y pueden ser multiplicados, no solamente en una nación, sino en muchas, casi sin ningún límite determinable, si estamos dispuestos a dedicar el trabajo necesario para obtenerlos.
Por tanto, al hablar de los bienes, de su valor en cambio y de las leyes que rigen sus precios relativos, siempre hacemos alusión a aquellos bienes que pueden producirse en mayor cantidad, mediante el ejercicio de la actividad humana, y en cuya producción opera la competencia sin restricción alguna.»

Es decir que la posibilidad de la reproducibilidad por un lado, y de la competencia, por el otro, hacen que los efectos potencialmente distorsionadores de los desequilibrios entre oferta y demanda, no puedan operar, al menos en el mediano y largo plazo, y que por lo tanto cobren existencia centros de gravedad de los precios, cuyo nivel debe explicarse científicamente. Como hemos descartado los efectos de desequilibrios en la demanda, nos queda buscar en los costos de la oferta. Si en economía no existiese nada certero, este punto sería la excepción, y es el punto de partida de varias teorías económicas sobre el costo de producción, que buscan dilucidar qué determina el centro de gravedad de los precios… Entonces Marx también parte del estudio del valor de las mercancías reproducibles, y sólo de la relación de cambio de éstas puede deducir la determinación por el TTSN ya que sólo en éstas se presenta el problema científico anterior. Las mercancías no reproducibles pueden contener o no trabajo, pero no hay ningún mecanismo social mercantil que ajuste su precio a cualquier cantidad determinante, ni el trabajo ni ninguna otra cosa. Todo lo cual también hemos visto hasta el hartazgo.

Tercer punto, que no habría una unidad de medida, ya que el TTSN depende o puede modificarse por la demanda. Ni Rallo ni muchos marxistas pueden dejar de concebir al TTSN como trabajo individual y como entidad física. Pero si se lo entiende como al metabolismo de la sociedad con la naturaleza, y si por lo tanto se entiende al valor como al mecanismo que al representar el trabajo, asigna el esfuerzo social entre las actividades con utilidad social, puede entenderse lo necesario que resulta que el tiempo de trabajo esté condicionado por la demanda social… por esto no hay contradicción con que la demanda solvente sea una condición necesaria del valor: «La cuestión del valor en la economía política clásica es la de determinar cómo se regula la distribución del trabajo social entre las distintas actividades en un sistema de productores independientes, es decir, en un marco donde no hay asignación directa, pues la producción social se halla fragmentada en unidades privadas rivales, y donde los productos del trabajo toman la forma de mercancías (son productos para el intercambio). En una producción de este tipo, sin determinación expresa o consciente de la producción social, y por tanto, donde el trabajo individual no es directamente social, el mecanismo regulador asume la forma, por primera vez en la historia, de una ley económica –que llamamos indistintamente ley del valor o modo de producción capitalista– cuyo significado es el de una determinación objetiva de los tiempos de trabajo requeridos socialmente para la producción de cada tipo de mercancía. El modo en que dicho mecanismo opera es sobradamente conocido: en ausencia de coordinación directa, los productores individuales toman libremente sus propias decisiones –acerca de qué, cuánto, cómo y dónde producir–, de tal modo que su supervivencia en la lucha competitiva dependerá en último término de que sean lo suficientemente eficientes en el ahorro de trabajo por valor de uso producido, o lo que es lo mismo, de que operen, en cada caso, de acuerdo a la productividad media vigente que marca la norma del TTSN en cada momento.
Ahora bien, el acierto o no de todas esas decisiones productivas privadas –esto es, la constatación de si los productores operan o no de acuerdo al TTSN– sólo se revela a posteriori con la comparecencia de los productos del trabajo en el mercado, pues es entonces cuando tales decisiones quedan confrontadas con la necesidad de la demanda solvente. Por tanto, es sólo a través del intercambio mercantil como se establece la comparación e igualación de los trabajos privados, homologándolos como auténtico trabajo social, proceso que se expresa como ajuste tendencial del valor de cambio al valor, a la norma del TTSN. Ocurre así que el único modo que tiene una sociedad basada en la producción de mercancías de comprobar cuál es el TTSN pertinente en cada caso no es otro que a través del mercado. No se trata de una segunda determinación (“la demanda”) de la noción de valor, junto a la de la productividad del trabajo (“la oferta”), como interpretan muchos autores, sino del mecanismo por el que se realiza una categoría que se define propiamente en el ámbito de la producción. Es así que la ley del valor constituye un mecanismo de distribución indirecta (a posteriori) del trabajo social total en proporciones que resulten adecuadas para la reproducción ampliada del sistema. Lo que se intercambia bajo la forma precio –o, alternativamente, bajo la forma de determinadas proporciones de mercancías– son cantidades de ese tiempo de trabajo social medio. El modelo completo –que obviamente no podemos desarrollar aquí– da cuenta de la necesidad de un equivalente general, el dinero, como verdadera encarnación del TTSN; todo ello a diferencia de los modelos ricardianos, donde el dinero es un simple numerario dentro de una especie de economía de trueque generalizado.» https://marxismocritico.com/…/valor-y-productividad-en…/ (pp 2 y 3). Yo trato de explicarlo acá, en el apartado TTSN https://divulgacionmarxista.wordpress.com/…/sobre-ttsn…/ y Astarita lo ha explicado a su vez en sus discusiones con los austríacos. Si el argumento está mal, no nos vamos a enterar por Rallo, pues no lo ha entendido o se ha salteado también estas cuestiones.

Cuarto punto, cómo se establece la reducción del trabajo complejo a simple? Aquí hay un malentendido, no es Marx o el estudioso X quien hace la reducción, sino el mismo sistema, desde el momento en que reduce todo tiempo de trabajo a trabajo abstracto y todo producto del mismo a valor, reduciendo cada trabajo a su manifestación cuantitativa… si no se aceptó la demostración inicial del valor, esto no tendrá sentido, pero si eso no se pudo refutar, tampoco aquello que no es más que su desarrollo lógico… una fuerza de trabajo más costosa (por años de entrenamiento, etc, no confundir con intensidad, como hace Rallo), en el gasto de sí misma produce más valor que el gasto de FT promedio, porque así lo exige el mercado. Para producir un producto de cierta complejidad se requiere un esfuerzo que la sociedad debe remunerar en cierta medida para que este esfuerzo se reproduzca, lo que se aplica tanto al valor de la FT como al valor del producto que es realizado por el trabajo de esa FT. Sobre este punto, seguimos la explicación de Rosdolsky: un trabajo más complejo debe ser por fuerza el fruto de una capacidad laboral más compleja; ésta a su vez debe insumir mayores gastos para su reproducción, por lo que el valor de esta fuerza de trabajo será superior a la media… por lo tanto, podemos tomar como índice de la complejidad de una fuerza de trabajo, su valor (nunca confundiendo sin embargo, el valor de la ft y su valor de uso, que es la capacidad de producir valor, la primera es sólo índice de la segunda). Si esta idea es correcta, entonces la ciencia puede comparar el valor de la fuerza de trabajo con el valor de lo producido por esa fuerza, y buscar el nivel de proporcionalidad (tras eliminar los factores distorsivos).

Ahora, puede medirse la diferencia de capacidades sin apelar al valor final del producto? Difícil si no imposible. Aunque es concebible una medida de la suma de esfuerzo social condensado en distintas FT y sus respectivas producciones de valor… al mismo tiempo, el carácter cada vez más complejo e integrado de los procesos que desembocan en una mercancía deben volver impracticable una medición más bien concebible en una imaginaria sociedad mercantil de artesanos… en cambio, lo que sí sabemos es que los trabajos de diferentes calificaciones se vuelven parte de la masa homogénea de trabajo social, y que los empresarios hacen las estimaciones de cuánto pagar a diferentes calidades de trabajadores, de modo espontáneo,  obedeciendo las señales del mercado, que garantizan las reproducciones de las distintas fuerzas de trabajo, a distintos valores. La objeción de Rallo de que la variación de los precios respecto a los «precios directamente proporcionales a los valores» (por la igualación de la tasa de ganancia) impediría la determinación de la calidad del trabajo por el valor final, no es un escollo teórico (suponiendo que pudiéramos hallar mercancías lo suficientemente «simples» como para hacer la comparación) pues tal variación sucede, al establecerse los precios de producción, por motivo de diferencias en la composición orgánica, dato cuantificable que puede usarse para corregir y estimar cuál sería el «valor original» (aunque aclaro que la estadística no es lo mío).

Quinto, Rallo postula la generalidad de rendimientos decrecientes, que harían que aumentos de la demanda modificasen al alza el costo de producción, el TTSN para producir mercancías, y esto por algún motivo (en realidad, porque la asociación de «demanda» y TTSN les parece de por sí incompatible a los austríacos), sería una contradicción. Si esto no fuera irrelevante, de todos modos los rendimientos decrecientes son excepcionales en el capitalismo, así que los aumentos de demanda sólo pueden tener un efecto de ese tipo en sectores limitados por recursos naturales, como la extracción de petróleo, que se hace más costosa en el margen… de todos modos este es el mismo tema de la relación entre la demanda y el TTSN.

Sexto, porqué animales o robots (o el sol o el viento) no producen valor… porque ninguno de ellos cumple las condiciones de común denominador explicadas en el artículo de Diego Guerrero, es decir, estamos volviendo a las primeras páginas del cap. 1 de El Capital donde Rallo, después de no haberlo leído, dice que no hay ninguna demostración.

Séptimo, que la demostración de la plusvalía aparece recién en el capítulo 7 de El Capital (en vez de mucho antes, como saben quienes han leído ese maltratado libro) y que es al mismo tiempo una demostración del socialismo (!) mediante un ceteris paribus ilegítimo… en el capítulo 7 Marx no intenta demostrar ni la plusvalía, que ya había demostrado a partir de la determinación del valor por el TTSN combinado con la demostración de que el valor no puede producirse en la circulación, ni intenta demostrar el socialismo (!!!!!!). Simplemente dice que en cualquier régimen productivo hay una cantidad de trabajo que puede llamarse necesario y que equivale a la cantidad de bienes de subsistencia necesarios para reproducir la vida de los trabajadores. De hecho el «socialismo» que Rallo imagina a partir de esas palabras es un conjunto de cooperativas sin capitalistas que compiten en el mercado… Si Rallo quiere refutar la demostración de la plusvalía, tiene que volver a los capítulos anteriores, porque en el 7 no hay nada muy nuevo. En cambio, otra vez esquiva la lógica del argumento. Después, volviendo a este lado del espejo y a la letra del texto, dice que la plusvalía que es considerada trabajo sobrante, podría ser tranquilamente la remuneración del trabajo empresario según el mismo Marx, ya salteándose olímpicamente, una vez más, las nociones de trabajo productivo en Marx, para no hablar de la realidad, en la que un accionista gana su plusvalía independientemente de que alguna vez en su vida haya pisado su empresa o tomado decisión alguna. En este caso la prioridad explicativa de la propiedad privada como apropiadora, no productora, de plusvalía, se hace evidente. 

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Que cada cual saque sus conclusiones sobre este Rallomon.

 

 

 

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