Continuación y final de partes 1 y 2.
Conceptos y bloqueo de la acumulación
La idea de la monopolización y financiarización de la economía como rasgos nuevos, dominantes y como una fase cualitativamente distinta del capitalismo fue popularizada por Lenin a principios del siglo XX y desde entonces ha tenido una influencia muy amplia no solo en la izquierda sino también en expresiones nacionalistas (sobre todo del tercer mundo). Hacia fines del siglo XX se empezaron a hacer importantes críticas a este grupo de ideas, que ponían en cuestión su validez empírica y su capacidad predictiva sore la dinámica del capitalismo (ver Astarita 2004). Sin embargo en este trabajo nos centraremos solo en las consecuencias que podríamos esperar si tales ideas fuesen válidas (si conducen al bloqueo absoluto de la acumulación), en el contexto de las obras examinadas.
Por su lado las ideas conectadas de la superexplotación y el subconsumo postulan que una masa salarial baja determina una tendencia al estancamiento por la imposibilidad de crecimiento del sector productor de bienes de consumo. También esta posición ha recibido críticas teóricas (puede consultarse Astarita 2010b) y la contrastación con casos de desarrollo muy importantes en países con un punto de partida en el que los bajos salarios parecen haber sido más una ventaja que un impedimento. En lo que sigue trataremos de analizar las consecuencias que se desprenden del uso de estas ideas, en relación con el bloqueo de la acumulación.
En Harvey la influencia de la caracterización leninista es explícita:
«Pero este argumento es desmentido, tal como Lenin lo había señalado mucho tiempo atrás, por el poder monopólico u oligopólico (…) En materia productiva, los oligopolios localizados mayoritariamente en las regiones capitalistas centrales controlan efectivamente la producción de semillas, fertilizantes, productos electrónicos, programas de computación, productos farmacéuticos y productos del petróleo, entre muchos otros. En estas condiciones, la mayor apertura mercantil no amplía la competencia sino que sólo crea oportunidades para la proliferación de los poderes monopólicos con todas sus consecuencias sociales, ecológicas, económicas y políticas»
(Harvey 2004, pp. 108-109)
En general hay dos formas de adscribir al diagnóstico de Lenin. Una forma es tomarlo como una etapa cualitativamente nueva en la que las tendencias a la concentración y centralización del capital desembocan en la formación de monopolios que niegan la competencia y en el dominio del capital financiero surgido de la fusión de los bancos y la industria monopolizada. En tal escenario, por la ausencia del incentivo competitivo «a lo Marx», debería deprimirse la necesidad de innovación para derrotar a la competencia interna nacional, debilitando la inversión y el crecimiento y causando la búsqueda de excedentes externos mediante el comercio, las finanzas o la guerra. Dentro de esta lógica el bloqueo interno a la acumulación sería muy fuerte y llevado al extremo llegaría a ser prácticamente absoluto. Esta línea de difícil defensa en los hechos parece ser la más coherente en relación con los supuestos iniciales ya que dado un dominio de las ramas más avanzadas por la fusión monopólico-financiera debería seguirse la generalización de ese dominio y no su retracción.
Pero la otra forma de interpretar el esquema de Lenin toma este segundo camino y piensa en una superestructura que puede convivir con la lógica del capital «a lo Marx» y que cobra mayor o menor relevancia según la coyuntura histórica. En este marco la estructura monopólico-financiera se entiende como una carga parasitaria sobre la vida sana de la competencia pero que no termina de estrangular al sistema. Se constituye en una fuente de trabas a la acumulación y en origen de presiones para la extracción de excedente externo. Esta forma de entenderlo adolece de una dualidad teórica irresuelta a la hora de definir al modo de producción, pero permite desarrollar un análisis que siga el desenvolvimiento de los hechos históricos en alguna medida.
Con esto en mente parece claro que el análisis de Harvey se encuentra dentro del segundo tipo ya que incluye elementos propios de la acumulación capitalista con sus ciclos de crecimiento y crisis, contradicciones de sobreacumulación con caída de la tasa de ganancia y presión salarial, en definitiva la anarquía del mercado en acción. Dentro de este marco general que predomina en su estudio del momento inmediatamente anterior a la crisis de los ´70, el monopolio y la financiarización no son aún mencionados. Harvey introduce la historia del desarrollo del capital financiero a partir de la crisis del ´73 con la burbuja inmobiliaria mundial, como una consecuencia de las contradicciones de la acumulación (en este sentido hay que apreciar que se explicite una articulación del fenómeno con la dinámica de base). A partir de este momento las finanzas se convierten en la vanguardia del ataque del capital (especialmente estadounidense) a toda fuente de excedentes que pueda saquearse, mientras crece en hipertrofia y agresividad en medida paralela a su fracaso en reanudar el ciclo de acumulación sobre bases sustentables.
«En ausencia de una fuerte revitalización de la acumulación sostenida a través de la reproducción ampliada, esto implicará una profundización de la política de acumulación por desposesión en todo el mundo, con el propósito de evitar la total parálisis del motor de la acumulación»
(ibídem, p. 122)
«El balance entre acumulación por desposesión y reproducción ampliada ya se ha volcado a favor de la primera y es difícil imaginar que esta tendencia haga otra cosa que profundizarse, transformándose en el emblema de lo que es el nuevo imperialismo»
(ibídem, p. 124)
Si tomamos las definiciones de Harvey este nuevo imperialismo sería la ofensiva económico-militar de los monopolios internacionales encabezados por el capital financiero y el estado norteamericano. Llegados a este punto podríamos hacer alguna salvedad, como aclarar que Harvey no descarta la posibilidad de que después de casi medio siglo de ofensiva se pueda reanudar la acumulación ampliada «normal», pero en rigor no explora las condiciones que en el subsuelo de la producción puedan dar lugar a ello ni cómo han evolucionado en esta etapa (tampoco hace mención al efecto estancacionista que pudiera tener el dominio de los monopolios), y postula como condición de una recuperación endógena estadounidense la voluntad política de la burguesía de llevar a cabo una reforma redistributiva, lo que nos lleva a preguntarnos si está pensando en términos subconsumistas, sobre todo al afirmar lo siguiente:
«…trascender el consumo actual para asignarse a proyectos futuros,.como construcción o educación, que revigorizan la economía (tal vez incluyendo el aumento de la demanda del excedente de mercancías como camisas y zapatos por parte de los maestros y trabajadores de la construcción)»
(ibídem, p. 101)
pero de hecho niega explícitamente que suscriba a las ideas subconsumistas en la nota 22:
«Luxemburgo basa su argumento en una teoría del subconsumo (falta
(ibídem, p. 127)
de demanda efectiva) cuyas implicaciones son bastante distintas a las de
las teorías de la sobreacumlación (la falta de oportunidades para realizar
actividades rentables) con las que yo trabajo.»
Recién en Harvey (2018) vamos a encontrar una defensa de las ideas subconsumistas:
«Si éste es el típico resultado de la acción de la ley capitalista de la acumulación de valor entonces hay una profunda contradicción entre las empeoradas condiciones de la reproducción social y la necesidad del capital de expandir el mercado perpetuamente. Como Marx dice en el libro 2 de El capital, la verdadera raíz de las crisis capitalistas estriba en la supresión de salarios y en la reducción de la masa de población al estado de indigentes sin blanca. Si no hay mercado no hay valor. Las contradicciones planteadas desde el punto de vista de la teoría de la reproducción social por los valores tal como se realizan en el mercado son múltiples. Si, por ejemplo, no hay trabajadores saludables, educados, disciplinados y formados en el ejército de reserva, entonces no puede ya interpretar su papel. (…)
La tensa y contradictoria relación entre producción y realización descansa en el hecho de que el valor depende de la existencia de carencias, necesidades y deseos respaldadas por la capacidad de pagar en una población de consumidores. Tales carencias, necesidades y deseos están profundamente implantados en el mundo de la reproducción social. Sin ellos, como sostiene Marx en el primer capítulo de El capital, no hay valor. Esto introduce la idea del “no-valor” o “anti-valor” en la discusión. Significa también que la disminución de salarios a casi nada será contraproducente para la realización del valor y del plusvalor en el mercado. El aumento de salarios para asegurar el “consumo racional” desde el punto de vista del capital y la colonización de la vida diaria como terreno para el consumismo son cruciales para la teoría del valor.»
Si a partir de esto consideramos que hubo una evolución de su pensamiento, podemos caracterizar un momento de su obra en el que tiene importancia el rol de los monopolios y el capital financiero junto a la acumulación extraeconómica, y un segundo momento en el que se suma la idea del subconsumo como causante de las crisis y bloqueo de la recuperación.
En definitiva, al examinar la idea del nuevo imperialismo parece que estamos viendo el renacimiento de un escenario parecido al de la primera interpretación del esquema leninista que vimos (catastrofista), en una evolución que parte desde un escenario entendido en los términos más eclécticos de la segunda interpretación. Si esto es correcto, resulta que a la pregunta que hacía Panitch sobre las tendencias catastrofistas en el análisis de Harvey, hay que responder que en efecto hay líneas muy fuertes en el sentido de al menos una tendencia estancacionista (en el sentido de una etapa decadente, ver Katz 2007) en Harvey (2004). Si a esto le agregamos la idea de que la caída del salario debe llevar a la crisis y bloquear la recuperación en Harvey (2018), entonces las vías de recuperar la acumulación parecen cerrarse definitivamente, ya que dentro de la lógica puramente económica las crisis no aumentan los salarios. Se requeriría de un factor externo que fuerce una redistribución progresiva y aún así, habría que esperar que este hecho no afecte a la tasa de ganancia para tener alguna expectativa de recuperación de la inversión y de la actividad económica.
En Marini no vemos referencias muy explícitas a la tradición leninista. Sí menciona la etapa imperialista en Marini (1973) pero no parece determinante en el desarrollo de sus argumentos.
La cuestión del monopolio está presente en una forma particular.
Por un lado tiene en cuenta las trabas proteccionistas al comercio y las posiciones dominantes en general, pero su sentido no parece ser más que el de fricciones dentro de la competencia sin llegar al monopolio.
Pero por otro lado argumenta que la división internacional del trabajo concentra ciertas producciones manufactureras en los países centrales de un modo exclusivo que constituye una posición monopólica. A partir de este monopolio de las manufacturas más complejas, su venta se produce a un precio superior a su precio de producción y en el intercambio con la periferia ocurre una transferencia de valor a favor del centro. Como mecanismo compensatorio para producir más valor, la periferia aumenta la explotación del trabajo desgastando a la fuerza de trabajo al mismo tiempo que mantiene bajas remuneraciones, lo que va a constituir un mercado interno deprimido y a mantener la heterogeneidad productiva con un débil sector de bienes de consumo y un atraso permanente.
Dejando de lado la cuestión de que para que se verifique el comportamiento monopólico debería no existir la competencia entre las propias empresas concentradas del centro, lo que nos interesa aquí es que por un lado el postulado de la monopolización que encontramos en los trabajos de Marini convive con una explicación de la mundialización que sin embargo está muy atento a una dinámica propia de la competencia. Por otro lado al explicar que esta dinámica nos lleva en las últimas décadas hacia cierta homogeneización global y una mayor vigencia de la ley del valor, nos dice también que el fenómeno de la superexplotación se extiende al centro, y si tomamos la misma lógica que vimos en la periferia y la extendemos a los países centrales, esto debería implicar una tendencia hacia el subconsumo y el estancamiento, esta vez a nivel global. Deberíamos ver una caída en la importancia de la industria manufacturera de bienes de consumo y de los bienes de capital asociados a su producción, con la diferencia de que la economía mundial no se articula con un mercado externo. Tendría la ventaja de no sufrir una extracción de excedente pero al mismo tiempo el problema de no encontrar ámbitos de inversión rentables, dada la depresión del mercado de consumo. Esto plantearía un escenario de estancamiento que en el esquema de Marini parecería no poder resolverse hacia una recuperación y por lo tanto también nos hace pensar en un bloqueo absoluto de la acumulación a menos que se matice o abandone la centralidad de las ideas de la superexplotación y el subconsumo.
En Osorio parece explícita la herencia de Lenin:
«El capitalismo en su fase imperialista acentúa su tendencia a apropiarse de nuevos territorios y de nuevos mercados, en su reparto del mundo, por lo que la mundialización, desde esa perspectiva se ubica al interior de la fase imperialista del capitalismo, privilegiando la expansión del sistema mundial capitalista.»
(Osorio 2005, p. 44)
Sin embargo no le da un rol central a las finanzas ni hace más que una mención pasajera al «reparto del mundo». Respecto a la cuestión del monopolio, es algo ambiguo.
Afirma que en el centro las ramas industriales más avanzadas están monopolizadas. Con esto podría querer decir que la región como un todo monopoliza estos productos, pero en este caso persistiría la competencia y no debería haber una venta sistemática por encima del valor, con lo que se negaría la posibilidad del intercambio desigual con la periferia.
Por lo tanto debemos suponer que en su esquema el monopolio sí niega la competencia y viola la ley del valor, igual que en el caso de Marini, quien constituye una fuerte influencia teórica de Osorio. Dejando de lado la cuestión de si esta idea se verifica en la realidad, su consecuencia sería una tendencia al estancamiento de la inversión en el centro por un debilitamiento del impulso a invertir. Bajo estos supuestos los únicos sectores dinámicos deberían ser los pequeños y medianos productores que obligados a competir, innovan, ya sea en rincones del centro o en la periferia. Pero a su vez se verían sometidos a una extracción de valor al intercambiar con los monopolios, lo que reduciría la masa de excedente que manejan y que pueden reinvertir. En el caso de la periferia, el mecanismo de compensación a esta situación sería el aumento de la explotación de la mano de obra con bajos salarios, lo que ha de desembocar en una baja escala del mercado interno de bienes de consumo y de su respectiva industria proveedora local.
En resumen tenemos un panorama de monopolios en el centro y empresas con baja capacidad de apropiarse excedentes en la periferia. En ambos polos hay una traba a la inversión, en el primer caso por ausencia de incentivos, en el segundo por falta de capital y de mercado. Solo los sectores de bienes de lujo podrían escapar a la restricción del mercado local, suponiendo que no compitan con los monopolios centrales y tengan acceso al mercado mundial, condiciones improbables. Restaría el sector primario exportador como único favorecido en la competencia y libre de los límites del mercado interno. Pero aún así debe perder parte de su renta en el intercambio desigual externo. En este esquema es muy difícil ver en dónde puede ocurrir una acumulación ampliada que vaya incrementando la capacidad productiva (hasta aquí lo dicho también aplica para el trabajo de Marini 1973). Si a esto le agregamos la afirmación de Osorio de que en la periferia domina tempranamente la monopolización de la industria, tenemos por un lado el problema de cómo conjugar esto con el panorama de competencia a que hacía referencia al contraponer la periferia con el centro, y por el otro lado esto implica la adición de otro factor estancacionista.
Otro punto problemático es que Osorio adhiere al mismo tiempo a la idea de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que en teoría funciona bajo los supuestos de la competencia «a lo Marx» con fuertes incentivos a la inversión en capital constante. Es decir que inevitablemente nos encontramos con la dualidad teórica propia de la adhesión a la versión ecléctica de la etapa imperialista.
Si a esto añadimos aún otro elemento postulado por Osorio (suponemos que tomado de Marini), a saber, la extensión de la superexplotación del trabajo al mismo centro capitalista, no solo en tiempos de crisis sino también como un rasgo normal de la nueva etapa de la mundialización, y recordamos que este rasgo es el causante del subconsumo y por lo tanto del estancamiento del sector de bienes de consumo, nos encontramos con una combinación de imposibilidades para el desarrollo que en Osorio tiende a alcanzar una escala global sin alicientes.
Podríamos resumir el trabajo de Osorio como un desarrollo de la obra de Marini, pero con una herencia más explícita de las ideas de la etapa imperialista y la monopolización, una combinación que agrava las consecuencias estancacionistas de los postulados hasta el punto de implicar un desenlace catastrofista.
Balance
En los autores que hemos repasado se encuentran ideas que pueden llevarnos por dos caminos. Por un lado, podemos tomarlas al pie de la letra y desarrollar todas las consecuencias teóricas que su uso debería implicar, con lo que su inserción dentro del análisis de la etapa presente del capitalismo nos lleva a sacar conclusiones catastrofistas. Si seguimos este camino podemos ver en la debilidad de la acumulación de los últimos años un signo confirmatorio, aunque en rigor deberíamos esperar también que el crecimiento se detenga del todo y no encuentre vías de recuperación. Del mismo modo podríamos encontrar signos confirmatorios en la caída generalizada del salario y de las condiciones laborales, y en el arduo mantenimiento de los niveles de vida a costa del creciente endeudamiento particular (Caffentzis 2018). Deberíamos suponer que estas tendencias solo van a agravarse. Además, como mecanismo de reducción de la tensión social, el abaratamiento del costo de los alimentos a costa del medio ambiente (Patel y Moore 2018), lejos de encontrar una vía amigable para el ambiente, debería exacerbarse, agudizando la contradicción entre la base natural de la economía y el modo de producción, tanto en este aspecto como en relación al extractivismo en general (Fraser 2014), con el fin de abaratar los costos y mantener algún nivel de rentabilidad. Del mismo modo cobraría importancia cada vez mayor la acumulación por desposesión (Harvey 2004, De Angelis 2012) y en general todos los aspectos de la vida social entrarían en descomposición, desde el nivel familiar y reproductivo (Fraser 2014) al nivel del mercado mundial y del sistema de las relaciones estatales. Todo esto significaría de un modo directo la obstrucción a cualquier proyecto superador en términos de tiempo libre (ver Cantor 2012), igualdad de género, sustentabilidad ambiental, etc. Desde el punto de vista teórico implicaría el fin de la vigencia de la ley del valor y el comienzo de una etapa regida por relaciones de fuerza más que por leyes económicas.
Por otro lado, sería posible tomar la interpretación anterior como un forzamiento de los argumentos, y optar por un sentido más laxo de los conceptos que hemos revisado. En tal caso los análisis del desenvolvimiento del capitalismo reunirían una lógica inspirada en Marx con un número de factores distorsivos que obstaculizan el movimiento «natural» de la economía pero sin llegar a ser dominantes. Sin embargo, dada la presencia conspicua de estos elementos en los abordajes que hemos repasado, esta visión debería conducir a un escenario de estancamiento o de decadencia, aunque se haya rechazado el diagnóstico plenamente catastrofista. De nuevo, hay muchos elementos de los que mencionamos arriba que también podrían tomarse como confirmación de semejante escenario y las tendencias negativas que podríamos esperar no serían muy disímiles, más bien se desarrollarían de un modo más paulatino.
De todos modos desde el punto de vista conceptual, para mantener esta interpretación laxa deberíamos sostener contradicciones teóricas que quedan sin resolver y que nos impiden desarrollar un análisis del capitalismo y de la presente etapa en base a una construcción teórica homogénea.
Es posible que el trabajo más tardío de Marini (1996) pueda escapar a esta caracterización a condición de que se revise o se niegue la conexión entre superexplotación y subconsumo, ya que el grueso de su análisis busca elaborar dentro de la lógica económica. Sin embargo esto implicaría también una revisión de su teoría de la dependencia. En los otros autores parece más difícil encontrar una vía de compromiso.
Bibliografía
Astarita, Rolando (2004), «Valor, mercado mundial y globalización» Ediciones cooperativas.
Astarita, Rolando (2010a), «Economía política de la dependencia y el subdesarrollo» Editorial UNQ
Astarita, Rolando (2010b), La explicación subconsumista de la crisis https://rolandoastarita.blog/2010/08/28/la-explicacion-subconsumista-de-la-crisis/
Astarita, Rolando (26/03/2012), Trotsky y el estancamiento de las fuerzas productivas https://rolandoastarita.blog/2012/03/26/trotsky-y-el-estancamiento-de-las-fuerzas-productivas/
Caffentzis, George (2018), “La vida cotidiana a la sombra de la economía de endeudamiento”, en Los límites del capital. Deuda, moneda y lucha de clases, 17-54, Tinta Limón y Fundación Rosa Luxemburgo, Buenos Aires.
De Angelis, Massimo (2012), “Marx y la acumulación primitiva. El carácter continuo de los “cercamientos” capitalistas” Theomai 26
Fraser, Nancy (2014), Tras la morada oculta de Marx. New Left Review
Harvey, David (2004), “El ‘nuevo’ imperialismo. Sobre reajustes espacio-temporales y acumulación mediante desposesión”, Socialist register 2004, CLACSO, Buenos Aires.
Harvey, David (2018), El rechazo de Marx a la teoría laboral del valor https://marxismocritico.com/2018/09/18/el-rechazo-de-marx-a-la-teoria-laboral-del-valor/
Jacobin (22/12/20), Red Talks Rewind: Leo Panitch and David Harvey on 17 Contradictions and the End of Capitalism (2014) https://www.youtube.com/watch?v=wn9d9e2o7G0&t=4s
Katz, Claudio (07/10/2007), Catastrofismo https://rebelion.org/catastrofismo/
Lenin, Vladimir Illich (1966), «El imperialismo, fase superior del capitalismo» recuperado de https://proletarios.org/books/LENIN-Imperialismo-fase-superior-del-capitalismo.pdf
Marini, Ruy Mauro (1973), «Dialéctica de la dependencia» recuperado de https://marini-escritos.unam.mx/wp-content/uploads/1973/01/Diale%CC%81ctica-de-la-dependencia.pdf
Marini, Ruy Mauro (1994), «La crisis del desarrollismo» recuperado de https://marini-escritos.unam.mx/?p= HYPERLINK «https://marini-escritos.unam.mx/?p=1510″1510
Marini, Ruy Mauro (1996), “Proceso y tendencias de la globalización capitalista”, en Marini, Ruy Mauro y Millán, Márgara (coord.), La teoría social latinoamericana, Cuestiones contemporáneas, Tomo IV, pp. 49-68, 2da edición año 2000, Universidad Nacional Autónoma de México, Ediciones El Caballito, México.
Osorio, Jaime (2005), “Patrón de reproducción del capital, crisis y mundialización”, en Seminario Internacional REG GEN: Alternativas Globalização, 8 al 13 de Octubre de 2005, Hotel Gloria, Rio de Janeiro, Brasil, Rio de Janeiro, Brasil : UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Patel, Raj y Moore, Jason W. (2018), “Cómo el Nugget de pollo se convirtió en un símbolo de nuestra era” recuperado de https://www.animanaturalis.org/alertas/como-el-nugget-de-pollo-se-convirtio-en-un-simbolo-de-nuestra-era
Cantor, Renan Vega (2012), “La expropiación del tiempo en el capitalismo actual”, Herramienta, 51
Preston, P.W. (1999), “Capítulo 10: La experiencia del desarrollo en América Latina. Estructuralismo y teoría de la dependencia”, Una introducción a la teoría del desarrollo, pp. 217-236, Siglo Veintiuno Editores, México.