Rallo…

«Rallomon»

Rashomon es, según la convención, una película que muestra las diferentes posibilidades de interpretación de un mismo acontecimiento por subjetividades diferentes… sin embargo, en esa película yo no pude ver más que la deformación consciente de los hechos, por un acusado ante el juez.

En el artículo presente nos encontramos con la misma pregunta, volvemos a examinar la producción de Rallo y volvemos a preguntarnos si la distorsión puede ser hija de sesgos mentales diferentes, o si simplemente se trata de las argucias de un ideólogo.

 

Voy a enumerar los principales puntos en los que Rallo quiere atacar la TLV marxista, para contestarlos uno por uno.

 En el primer punto destacable del video, Rallo nos presenta un párrafo de El Capital en el que Marx dice que «salta a la vista» o es evidente que el valor de uso no entra en consideración para definir el denominador común, etc, y Rallo se queja de que eso no es una demostración científica… tiene razón, no lo es, la demostración está en los párrafos anteriores al que él se permite mostrar! Como de este tema ya me había ocupado, puedo mostrar el texto completo: https://divulgacionmarxista.wordpress.com/…/cretinismo…/ en donde se explica porqué las relaciones de equivalencia exigen un denominador común cuantificable. Para ampliar el razonamiento de Marx, recomiendo a Guerrero: http://www.nodulo.org/ec/2004/n024p01.htm pero primero me parece fundamental seguir la línea de razonamientos de Marx en «Trabajo asalariado y capital» (ver también https://divulgacionmarxista.wordpress.com/2012/04/14/teoria-del-valor-trabajo/ y https://rolandoastarita.blog/2014/03/29/teorias-del-valor-austriacos-vs-marxistas-2/) ya que explica cómo es la misma estructura mercantil la que permite las leyes que luego van a desarrollarse en El Capital. Notemos cómo este método de lectura saltarina le permite a Rallo no contestar jamás al argumento antedicho, nunca va a abordar la cuestión de que el valor es una cantidad…

El segundo punto es el que objeta que si del valor de cambio se puede deducir (a partir de la constatación de la equivalencia y la necesidad de una sustancia común con ciertas propiedades) la determinación de su magnitud por el tiempo de trabajo socialmente necesario, no se ve porqué no pueden incluirse las mercancías no reproducibles… a esto también lo hemos visto en el post sobre Huerta de Soto. Recordemos que en las primeras páginas de su «Principios de Economía», Ricardo dice lo siguiente: “Existen ciertos bienes cuyo valor está determinado tan sólo por su escasez. Ningún trabajo puede aumentar la cantidad de dichos bienes y, por tanto, su valor no puede ser reducido por una mayor oferta de los mismos. Ciertas estatuas y cuadros raros, libros y monedas escasos, vinos de calidad peculiar, que sólo pueden elaborarse con uvas cosechadas en un determinado suelo, del cual existe una cantidad muy limitada, todos ellos pertenecen a este grupo. Su valor es totalmente independiente de la cantidad de trabajo originariamente necesaria para producirlos, y varía con la diversa riqueza y las distintas inclinaciones de quienes desean poseerlos.
Sin embargo, estos bienes constituyen tan sólo una pequeña parte de todo el conjunto de bienes que diariamente se intercambian en el mercado. La mayoría de los bienes que son objetos de deseo se procuran mediante el trabajo, y pueden ser multiplicados, no solamente en una nación, sino en muchas, casi sin ningún límite determinable, si estamos dispuestos a dedicar el trabajo necesario para obtenerlos.
Por tanto, al hablar de los bienes, de su valor en cambio y de las leyes que rigen sus precios relativos, siempre hacemos alusión a aquellos bienes que pueden producirse en mayor cantidad, mediante el ejercicio de la actividad humana, y en cuya producción opera la competencia sin restricción alguna.»

Es decir que la posibilidad de la reproducibilidad por un lado, y de la competencia, por el otro, hacen que los efectos potencialmente distorsionadores de los desequilibrios entre oferta y demanda, no puedan operar, al menos en el mediano y largo plazo, y que por lo tanto cobren existencia centros de gravedad de los precios, cuyo nivel debe explicarse científicamente. Como hemos descartado los efectos de desequilibrios en la demanda, nos queda buscar en los costos de la oferta. Si en economía no existiese nada certero, este punto sería la excepción, y es el punto de partida de varias teorías económicas sobre el costo de producción, que buscan dilucidar qué determina el centro de gravedad de los precios… Entonces Marx también parte del estudio del valor de las mercancías reproducibles, y sólo de la relación de cambio de éstas puede deducir la determinación por el TTSN ya que sólo en éstas se presenta el problema científico anterior. Las mercancías no reproducibles pueden contener o no trabajo, pero no hay ningún mecanismo social mercantil que ajuste su precio a cualquier cantidad determinante, ni el trabajo ni ninguna otra cosa. Todo lo cual también hemos visto hasta el hartazgo.

Tercer punto, que no habría una unidad de medida, ya que el TTSN depende o puede modificarse por la demanda. Ni Rallo ni muchos marxistas pueden dejar de concebir al TTSN como trabajo individual y como entidad física. Pero si se lo entiende como al metabolismo de la sociedad con la naturaleza, y si por lo tanto se entiende al valor como al mecanismo que al representar el trabajo, asigna el esfuerzo social entre las actividades con utilidad social, puede entenderse lo necesario que resulta que el tiempo de trabajo esté condicionado por la demanda social… por esto no hay contradicción con que la demanda solvente sea una condición necesaria del valor: «La cuestión del valor en la economía política clásica es la de determinar cómo se regula la distribución del trabajo social entre las distintas actividades en un sistema de productores independientes, es decir, en un marco donde no hay asignación directa, pues la producción social se halla fragmentada en unidades privadas rivales, y donde los productos del trabajo toman la forma de mercancías (son productos para el intercambio). En una producción de este tipo, sin determinación expresa o consciente de la producción social, y por tanto, donde el trabajo individual no es directamente social, el mecanismo regulador asume la forma, por primera vez en la historia, de una ley económica –que llamamos indistintamente ley del valor o modo de producción capitalista– cuyo significado es el de una determinación objetiva de los tiempos de trabajo requeridos socialmente para la producción de cada tipo de mercancía. El modo en que dicho mecanismo opera es sobradamente conocido: en ausencia de coordinación directa, los productores individuales toman libremente sus propias decisiones –acerca de qué, cuánto, cómo y dónde producir–, de tal modo que su supervivencia en la lucha competitiva dependerá en último término de que sean lo suficientemente eficientes en el ahorro de trabajo por valor de uso producido, o lo que es lo mismo, de que operen, en cada caso, de acuerdo a la productividad media vigente que marca la norma del TTSN en cada momento.
Ahora bien, el acierto o no de todas esas decisiones productivas privadas –esto es, la constatación de si los productores operan o no de acuerdo al TTSN– sólo se revela a posteriori con la comparecencia de los productos del trabajo en el mercado, pues es entonces cuando tales decisiones quedan confrontadas con la necesidad de la demanda solvente. Por tanto, es sólo a través del intercambio mercantil como se establece la comparación e igualación de los trabajos privados, homologándolos como auténtico trabajo social, proceso que se expresa como ajuste tendencial del valor de cambio al valor, a la norma del TTSN. Ocurre así que el único modo que tiene una sociedad basada en la producción de mercancías de comprobar cuál es el TTSN pertinente en cada caso no es otro que a través del mercado. No se trata de una segunda determinación (“la demanda”) de la noción de valor, junto a la de la productividad del trabajo (“la oferta”), como interpretan muchos autores, sino del mecanismo por el que se realiza una categoría que se define propiamente en el ámbito de la producción. Es así que la ley del valor constituye un mecanismo de distribución indirecta (a posteriori) del trabajo social total en proporciones que resulten adecuadas para la reproducción ampliada del sistema. Lo que se intercambia bajo la forma precio –o, alternativamente, bajo la forma de determinadas proporciones de mercancías– son cantidades de ese tiempo de trabajo social medio. El modelo completo –que obviamente no podemos desarrollar aquí– da cuenta de la necesidad de un equivalente general, el dinero, como verdadera encarnación del TTSN; todo ello a diferencia de los modelos ricardianos, donde el dinero es un simple numerario dentro de una especie de economía de trueque generalizado.» https://marxismocritico.com/…/valor-y-productividad-en…/ (pp 2 y 3). Yo trato de explicarlo acá, en el apartado TTSN https://divulgacionmarxista.wordpress.com/…/sobre-ttsn…/ y Astarita lo ha explicado a su vez en sus discusiones con los austríacos. Si el argumento está mal, no nos vamos a enterar por Rallo, pues no lo ha entendido o se ha salteado también estas cuestiones.

Cuarto punto, cómo se establece la reducción del trabajo complejo a simple? Aquí hay un malentendido, no es Marx o el estudioso X quien hace la reducción, sino el mismo sistema, desde el momento en que reduce todo tiempo de trabajo a trabajo abstracto y todo producto del mismo a valor, reduciendo cada trabajo a su manifestación cuantitativa… si no se aceptó la demostración inicial del valor, esto no tendrá sentido, pero si eso no se pudo refutar, tampoco aquello que no es más que su desarrollo lógico… una fuerza de trabajo más costosa (por años de entrenamiento, etc, no confundir con intensidad, como hace Rallo), en el gasto de sí misma produce más valor que el gasto de FT promedio, porque así lo exige el mercado. Para producir un producto de cierta complejidad se requiere un esfuerzo que la sociedad debe remunerar en cierta medida para que este esfuerzo se reproduzca, lo que se aplica tanto al valor de la FT como al valor del producto que es realizado por el trabajo de esa FT. Sobre este punto, seguimos la explicación de Rosdolsky: un trabajo más complejo debe ser por fuerza el fruto de una capacidad laboral más compleja; ésta a su vez debe insumir mayores gastos para su reproducción, por lo que el valor de esta fuerza de trabajo será superior a la media… por lo tanto, podemos tomar como índice de la complejidad de una fuerza de trabajo, su valor (nunca confundiendo sin embargo, el valor de la ft y su valor de uso, que es la capacidad de producir valor, la primera es sólo índice de la segunda). Si esta idea es correcta, entonces la ciencia puede comparar el valor de la fuerza de trabajo con el valor de lo producido por esa fuerza, y buscar el nivel de proporcionalidad (tras eliminar los factores distorsivos).

Ahora, puede medirse la diferencia de capacidades sin apelar al valor final del producto? Difícil si no imposible. Aunque es concebible una medida de la suma de esfuerzo social condensado en distintas FT y sus respectivas producciones de valor… al mismo tiempo, el carácter cada vez más complejo e integrado de los procesos que desembocan en una mercancía deben volver impracticable una medición más bien concebible en una imaginaria sociedad mercantil de artesanos… en cambio, lo que sí sabemos es que los trabajos de diferentes calificaciones se vuelven parte de la masa homogénea de trabajo social, y que los empresarios hacen las estimaciones de cuánto pagar a diferentes calidades de trabajadores, de modo espontáneo,  obedeciendo las señales del mercado, que garantizan las reproducciones de las distintas fuerzas de trabajo, a distintos valores. La objeción de Rallo de que la variación de los precios respecto a los «precios directamente proporcionales a los valores» (por la igualación de la tasa de ganancia) impediría la determinación de la calidad del trabajo por el valor final, no es un escollo teórico (suponiendo que pudiéramos hallar mercancías lo suficientemente «simples» como para hacer la comparación) pues tal variación sucede, al establecerse los precios de producción, por motivo de diferencias en la composición orgánica, dato cuantificable que puede usarse para corregir y estimar cuál sería el «valor original» (aunque aclaro que la estadística no es lo mío).

Quinto, Rallo postula la generalidad de rendimientos decrecientes, que harían que aumentos de la demanda modificasen al alza el costo de producción, el TTSN para producir mercancías, y esto por algún motivo (en realidad, porque la asociación de «demanda» y TTSN les parece de por sí incompatible a los austríacos), sería una contradicción. Si esto no fuera irrelevante, de todos modos los rendimientos decrecientes son excepcionales en el capitalismo, así que los aumentos de demanda sólo pueden tener un efecto de ese tipo en sectores limitados por recursos naturales, como la extracción de petróleo, que se hace más costosa en el margen… de todos modos este es el mismo tema de la relación entre la demanda y el TTSN.

Sexto, porqué animales o robots (o el sol o el viento) no producen valor… porque ninguno de ellos cumple las condiciones de común denominador explicadas en el artículo de Diego Guerrero, es decir, estamos volviendo a las primeras páginas del cap. 1 de El Capital donde Rallo, después de no haberlo leído, dice que no hay ninguna demostración.

Séptimo, que la demostración de la plusvalía aparece recién en el capítulo 7 de El Capital (en vez de mucho antes, como saben quienes han leído ese maltratado libro) y que es al mismo tiempo una demostración del socialismo (!) mediante un ceteris paribus ilegítimo… en el capítulo 7 Marx no intenta demostrar ni la plusvalía, que ya había demostrado a partir de la determinación del valor por el TTSN combinado con la demostración de que el valor no puede producirse en la circulación, ni intenta demostrar el socialismo (!!!!!!). Simplemente dice que en cualquier régimen productivo hay una cantidad de trabajo que puede llamarse necesario y que equivale a la cantidad de bienes de subsistencia necesarios para reproducir la vida de los trabajadores. De hecho el «socialismo» que Rallo imagina a partir de esas palabras es un conjunto de cooperativas sin capitalistas que compiten en el mercado… Si Rallo quiere refutar la demostración de la plusvalía, tiene que volver a los capítulos anteriores, porque en el 7 no hay nada muy nuevo. En cambio, otra vez esquiva la lógica del argumento. Después, volviendo a este lado del espejo y a la letra del texto, dice que la plusvalía que es considerada trabajo sobrante, podría ser tranquilamente la remuneración del trabajo empresario según el mismo Marx, ya salteándose olímpicamente, una vez más, las nociones de trabajo productivo en Marx, para no hablar de la realidad, en la que un accionista gana su plusvalía independientemente de que alguna vez en su vida haya pisado su empresa o tomado decisión alguna. En este caso la prioridad explicativa de la propiedad privada como apropiadora, no productora, de plusvalía, se hace evidente. 

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Que cada cual saque sus conclusiones sobre este Rallomon.

 

 

 

Acerca de Ezequiel

Marxista.
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3 respuestas a Rallo…

  1. Ignacio dijo:

    Exelente articulo!!! Muchas gracias.

  2. Xavier Tizzano dijo:

    Sobre el punto 4, dices que no es un escollo teórico estimar el valor original de las mercancías, corrigiendo las diferencias de composición orgánica. Sin embargo Rallo me respondió que esto es teóricamente imposible:

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    Mi pregunta a Rallo:

    «En tu debate con Xabier Arrizabalo él sostenía que si podía calcularse la unidad homogénea de TTSN abstracto basándose en las diferencias relativas de precios de mercado, ya que los precios tienden a converger a los valores. Tu le respondiste que el propio Marx reconoce en el libro 3 que los precios NO tienden a converger a los valores porque dependen de la composición orgánica de cada línea productiva, y que por tanto -salvo que la mercancía tenga la composición orgánica promedio de todas las mercancías- su precio no tenderá a converger con el valor.

    Mi duda es: ¿no hay forma de estimar la composición orgánica de cada mercancía y de esa manera corregir las diferencias?

    Respuesta de Rallo:

    Para conocer la composición orgánica de cada mercancía necesitas conocer la tasa de explotación de cada mercancía y esa es inobservable, sobre todo si es endóngena a la complejidad del trabajo realizado.

    ——————

    ¿Que opinas de esta respuesta?

    • Ezequiel dijo:

      En tales casos, conviene preguntar porqué, y dejar que el otro se hunda solo. Es decir, qué entiende por composición orgánica del capital, y porqué se le ocurre que incluye a la tasa de explotación.

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